Rafael Aviña / No lo calienta ni el sol

AutorRafael Aviña

El Sol de Cada Mañana (Estados Unidos, 2005), será sin duda una experiencia extraña para aquel que acude en busca de un sensible relato de amor y valores del tipo Un Hombre de Familia, o una tragicomedia como Los Tramposos, ambas protagonizadas por Nicolas Cage, un actor cuyos alardes histriónicos radican precisamente en su habilidad para ocultarlos.

Aquí, los momentos de humor no llaman a la risa, sino a la compasión y las escenas que apuntan hacia el drama, lejos de promover el sentimentalismo, exaltan lo patético de un personaje deprimido y derrotado que está a punto de derrumbarse.

David Spritz es el meteorólogo de un canal televisivo de Chicago que sufre las consecuencias de su edad, sus errores e indecisiones.

Sólo, alejado de lo que realmente le importa, como su mujer, de la que se ha separado, sus hijos -una niña de 12 años, torpe, insatisfecha y pasada de peso, y un agradable adolescente con un historial de problemas, acosado por un consejero pederasta-, o su padre próximo a morir -un prestigiado escritor ganador de un Pulitzer (Michael Caine, más que brillante)-, Spritz, quien busca ser promovido al programa "Hola América", de proyección nacional, es, para colmo de males, constantemente humillado y agredido por personas que le arrojan objetos o comida rápida, en el gélido y desolador paisaje invernal de Illinois.

A pesar de los nombres famosos como Cage y Caine, y el apoyo de un gran estudio como Paramount, El Sol de Cada Mañana se aproxima más a un relato de cine independiente, en el que no existen héroes ni triunfadores, ni personajes que se redimen, y cuyas concesiones son tan mínimas que ni siquiera cabe el típico final feliz. Lo más sorprendente es que la dirección corre a cargo de Gore Verbinski, hábil artesano que ha conseguido...

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