Rafael Segovia/ La necesidad de las formas

AutorRafael Segovia

La caída de Fujimori sería, no cabe duda, un éxito democrático. Lo sería más aún si se diera en otras condiciones, ajenas a obscuros manejos de los servicios de seguridad y de la intromisión de la mano siempre repugnante de la OEA. No deja de recordar la campaña contra Milosevic, los brutales bombardeos de la OTAN y un paralelismo casi exacto cuando se habla de fraude electoral.

Las pruebas en principio infalibles presentadas contra estos dos personajes, Fujimori y Milosevic, nunca han sido muy convincentes en el terreno electoral. Nadie puede explicar cómo se pueden mantener en el poder contra la voluntad de un pueblo entero, y, más importante, contra los apoyos abiertos de los Estados Unidos y de Europa en el caso de Yugoslavia, aunque conviene recordar cómo los yugoslavos supieron resistir al poder de la Unión Soviética cuando ésta parecía no encontrar nada capaz de oponérsele en la Europa Oriental. Milosevic no es Tito, pero los yugoeslavos o, para ser preciso, los serbios siguen manifestando la misma voluntad de resistencia hasta, al menos, la próxima expedición de las democracias europeas, si no se ven obligadas a invadir primero a los países miembros de la OPEP.

El intento de hacer una doctrina del derecho a intervenir cuando un país no cumple con los requisitos impuestos por quienes son dueños de la pureza política en el mundo, corre de fracaso en fracaso. Antes bien, van probando con las reuniones de sus "sabios" que tan pronto como encuentran un obstáculo serio no saben cómo enfrentarlo. Cuando un retoño nazi como Haider se planta ante la Unión Europea, se elige a tres funcionarios para dictaminar el caso, sabiendo de antemano que van a pedir la anulación de las sanciones impuestas a Austria, que ya estaba pidiendo a gritos Prodi, que presume de hombre de izquierda. De seguir en ese camino, es posible que exijan al canciller Schroeder que deje de perseguir a los neonazis en Alemania, en nombre de los derechos humanos que no se les caen de la boca.

La desigualdad de las acciones en política internacional raya en lo escandaloso: los populismos y los antiguos izquierdismos que no sean tan inocuos como las socialdemocracias europeas están condenados de antemano, por ser una amenaza latente dispuesta a estallar contra la organización electoral democrática necesaria para mantener el mercado libre sobre el que sólo se interviene cuando amenaza a las empresas grandes, capaces de mantener la estabilidad macroeconómica de una nación. Debe...

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