Queda huérfana la Familia Burrón

AutorDora Luz Haw y Yanireth Israde

Regino Burrón no abrió ayer su peluquería "El Rizo de Oro" ni Borola Tacuche tuvo humor para encabezar causa alguna. Se le fue la inspiración a Avelino Pilongano y Gamucita no quiso lavar ropa. Tristes y en caravana, decenas de personajes partieron del Callejón del Cuajo a Sullivan, donde su autor, Gabriel Vargas, era velado, rodeado de coronas que Cristeta Tacuche mandó desde París.

El historietista tenía 95 años y no estaba enfermo. Vivía en compañía de su esposa Guadalupe Appendini, con quien precisamente cumpliría ayer 35 años de casado, y contaba con el apoyo de su inseparable asistente Guadalupe López, quien desde hace 17 años llevaba todos sus asuntos personales, entre ellos la transcripción de sus guiones.

"No tenía ningún padecimiento, no estaba enfermo, simplemente su corazón se detuvo", comentó López.

Falleció a las siete y media de la mañana, antes de la hora en la que acostumbraba a levantarse para ir a trabajar a su despacho, un departamento contiguo a su domicilio.

"Hacer sus caricaturas requería un trabajal enorme, de muchas horas nalga", comenta la periodista Elena Poniatowska. "Era el papá de los pollitos, el antecedente de caricaturistas como Abel Quezada, Rius o El Fisgón".

Hace más de 30 años Vargas, quien nació el 5 de febrero de 1915, en Tulancingo, Hidalgo, dejó de dibujar a causa de una embolia que casi le costó la vida, pero gracias a la rehabilitación era capaz de seguir trazando mientras que su sobrino Agustín Vargas se encargaba de los entintados.

Su historieta, que tuvo como telón de fondo el Distrito Federal -donde vivió desde pequeño-, fue una novedad en el País, no copió a ninguna "gringa" y creó un estilo peculiar al combinar la tira con el relajo mexicano, describe su colega, Eduardo del Río "Rius", con quien compartió en 2007 la exposición "De San Garabato al Callejón del Cuajo", en el Museo del Estanquillo.

"Aunque no era del DF, su humor era muy chilango, reflejaba exactamente lo que pasaba en las pulquerías, en el mercado y en las vecindades", señala "Rius".

El también humorista Sixto Valencia, autor de "Memín Pinguín", refiere que Vargas retrataba el humor de la ciudad con chistes que provenían de la vida real.

"Se metía en las pulquerías y en las vecindades, donde buscaba personajes. Cuentan que doña Borola Tacuche existió, sus demás personajes debieron tener un origen similar", opina.

La escritora Margo Glantz enfatiza que el monero tuvo la capacidad de caricaturizar los tipos mexicanos de la clase...

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