Queda abundancia en el pasado

AutorJorge Legorreta

En menos de 500 años, la Ciudad de México sufrió uno de los cambios urbanísticos y ecológicos más radicales del planeta; los mil 100 kilómetros cuadrados de agua existentes en el siglo 16 fueron sustituidos por mil 600 kilómetros cuadrados de urbanización. En noviembre de 1519, los 400 soldados que cruzaron los imponentes volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, descubren un panorama nunca visto por los pueblos europeos. Un gran lago se extendía más allá de sus miradas, en cuyas riveras destacaban 10 ciudades a manera de puertos: Chalco, Xochimilco, Iztapalapa, Chimalhuacán, Texcoco, Zumpango, Cuautitlán, Azcapotzalco, Tacuba y Coyoacán. Y, sobre el agua, una ciudad llamada México-Tenochtitlán, una de las maravillas urbanísticas del mundo antiguo. ¿Cómo llegamos a construir sobre esta cuenca cerrada, la megalópolis donde actualmente vivimos más de 20 millones de personas?

La transformación fue, en realidad, resultado del encuentro entre dos mundos; una conjunción de culturas antagónicas que a partir del siglo 16 dio origen a nuestro mestizaje, a costa de suprimir la civilización lacustre de nuestros antepasados indígenas, aquella que asombró a los primeros conquistadores.

El hundimiento

La Ciudad de México es única en el mundo, pues desde fines del siglo 19, se ha hundido casi 10 metros; en promedio, un metro cada década o 10 centímetros por año. La solución del fenómeno, imperceptible para la mayoría de sus habitantes, representa uno de los retos tecnológicos por resolver durante el siglo 21. El origen del problema es muy simple; la ciudad se asentó sobre el lecho de los antiguos lagos con abundantes recursos hídricos en el subsuelo, del cual se extrae la mayor parte del agua que requiere la ciudad. Las consecuencias están a la vista: pérdida de pendientes del Gran Canal del Desagüe; grietas y fracturas de tuberías de agua y drenaje; y probablemente de los ductos subterráneos de hidrocarburos. Tal extracción del agua continuará por lo menos durante las próximas décadas; por lo tanto, sólo queda disminuir paulatinamente el volumen de extracción y compensar con el agua que nos cae del cielo.

En el 2006, en la Ciudad de México, donde se concentran alrededor de 22 millones de personas, se consume el caudal de agua más grande del mundo: 72 mil litros cada segundo; el 70 por ciento se extrae del subsuelo por medio de 3 mil 500 pozos, el 28 proviene de las cuencas de Lerma y Cutzamala, y el 2 por ciento restante, de algunos ríos y presas. Tal...

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