La prueba de Putnam contra el escepticismo radical: dos reinterpretaciones basadas en el autoconocimiento

AutorManuel Pérez Otero
CargoDepartamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia, Facultad de Filosofía, Universidad de Barcelona
CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía. Vol. 44, No. 132 (diciembre 2012): 35–63
LA PRUEBA DE PUTNAM CONTRA EL ESCEPTICISMO
RADICAL: DOS REINTERPRETACIONES BASADAS
EN EL AUTOCONOCIMIENTO
MANU EL PÉR EZ OTE RO
Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia
Facultad de Filosofía
Universidad de Barcelona/LOGOS
(Research Group in Logic, Language and Cognition)
perez.otero@ub.edu
RES UME N: Presento y def‌iendo dos reinterpretaciones d e la prueba ideada por
Putnam para demostrar que no somos cerebros en una cubeta. Ambas resaltan
explícitamente el papel desempeñado por el autoconocimiento de nuestros propios
pensamientos y por el externismo sobre el contenido. La primera asume que el
externismo implica que un cerebro en una cubeta no puede pensar el contenido
proposicional relevante (constituido por conceptos acerca de cerebros y cubetas).
La otra versión invoca una tesis externista más débil, conforme a la cual un sujeto
corpóreo y un cerebro en una cubeta no pueden compartir el contenido proposicional
relevante.
PAL ABR AS C LAV E: cerebros en cubetas, Falvey y Owens, externismo sobre el con-
tenido, petitio principii, justif‌icación epistémica
SUM MAR Y: I present and defend two reinterpretations of Putnam’s proof that we
are not brains in a vat. Both of them make explicit the role played in it by self-
knowledge of our own thoughts and the role played by content externalism. The
f‌irst one takes externalism as implying that a brain in a vat cannot have the relevant
content (involving concepts about brains and vats). The other version only extracts
from externalism a weaker thesis that a bodily subject and a brain in a vat cannot
share the relevant content.
KEY W ORD S: brains in a v at, Falvey and Owens, content externalism, petitio prin-
cipii, epistemic justif‌ication
1 . Introducción
En el capítulo inicial de su libro Reason, Truth and History, Hilary
Putnam elaboró un argumento mediante el cual pretendía demostrar
que no somos cerebros en una cubeta. Presentaré dos reinterpreta-
ciones de su argumento. En ambas se resalta explícitamente el papel
clave desempeñado por el autoconocimiento de los propios pensa-
mientos. Una de ellas (cercana a la interpretación de Wright 2000) se
corresponde mejor con la literalidad del texto de Putnam y, presumi-
blemente, con sus intenciones. Puede verse como una interpretación
que aspira a reconstruir el argumento original. La otra no está tan
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apegada al texto de Putnam. Pero también resulta bastante natural
entresacarla a partir de lo que Putnam propone, y no es implausible
suponer que también haya tenido en mente algo así.
Defenderé las dos versiones. Con respecto a la primera, rechazaré
una objeción (basada en una crítica similar formulada por Kevin Fal-
vey y Joseph Owens contra una versión más abstracta del argumento)
que acusa al argumento de incurrir en petición de principio. En rela-
ción con la segunda reinterpretación, ofreceré justif‌icación, en positi-
vo, de por qué es un buen argumento, clarif‌icando las motivaciones
principales del escepticismo que dicho argumento (así como también
la primera reinterpretación y el argumento original de Putnam) trata
de combatir.
2 . Autoconocimiento del contenido
Putnam ofrece varias caracterizaciones, no enteramente coincidentes,
de la situación en la que están los cerebros en una cubeta de los que
trata su experimento mental. Pero las diferencias no son muy im-
portantes. Casi todas esas caracterizaciones comparten los siguientes
rasgos. Pensemos en cerebros, desprovistos de cuerpos, que experi-
mentarían sensaciones —provocadas artif‌icialmente— subjetivamente
indistinguibles de las sensaciones que experimenta un sujeto normal,
corpóreo. Esos cerebros están (han estado siempre, durante toda su
existencia) en una cubeta con nutrientes que los mantienen vivos, y
sus terminaciones nerviosas se conectan con un ordenador, cuyo com-
plejo programa permite que el “sujeto”, el cerebro, tenga aparentes
percepciones de un mundo externo, cualitativamente equivalentes a
las que tiene cualquiera de nosotros, quienes —suponemos— somos
personas corpóreas. En una primera aproximación, Putnam imagina
que el ordenador es manejado por un científ‌ico maligno.1Pero luego
precisa el escenario de otra forma, estipulando que ningún ser in-
teligente ha diseñado ni maneja el ordenador, que se ha originado
casualmente o ha existido siempre.2Asumiremos que el escenario es
este último.3
1Cfr. Putnam 1981, pp. 5–6.
2Cfr. Putnam 1981, p. 12.
3Cabe suponer que con ello Putnam quiere facilitarse las cosas, evitando el
riesgo de que un objetor rechace su tesis fundamental (que el cerebro en la cubeta
no puede tener pensamientos acerca de cerebros y cubetas) alegando que el cerebro
adquiere deferencialmente conceptos como los de cerebro y cubeta a través del
científ‌ico, que posee de forma estándar tales conceptos. De todos modos, creo que
Putnam consideraría que su argumento también vale contra el otro escenario (y
por ello su primera descripción de la situación no excluye al científ‌ico), porque las
Crítica, vol. 44,no. 132 (diciembre 2012)

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