Punta Arenas: La puerta austral

AutorAlessandro Triacca

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REGIÓN DE MAGALLANES, Chile.- Al igual que las aguas tranquilas que dominan el horizonte de este puerto, la vida en Punta Arenas parece transcurrir con calma, sin altibajos.

Esta ciudad austral con más de 130 mil habitantes se localiza a orillas del estrecho de Magallanes, el paso marítimo donde el Atlántico y el Pacífico al fin se tocan.

Alguna vez Punta Arenas fue uno de los puertos más importantes del mundo, gracias a que todas las embarcaciones que buscaban llegar a la costa occidental de América debían pasar por aquí.

Sin embargo, a raíz de la apertura en del Canal de Panamá, en 1914, la ciudad fue perdiendo importancia como puerto de navegación.

Ahora lo que se mira en el muelle son grandes cruceros turísticos que atracan aquí por unas horas antes de continuar su exploración por los terrenos indómitos de la Patagonia chilena.

El poco tiempo con que cuentan los turistas para recorrer la ciudad es suficiente para conocer sus principales atractivos: los techos de colores, su elaborado cementerio, las calles empinadas o el pulcro trazado de su zócalo, también llamado Plaza de Armas.

PUERTO DE TRANQUILIDAD

Aunque Punta Arenas fue una ciudad que supo de tiempos ajetreados, pareciera que ahora disfruta de su dimensión más modesta.

"Yo viví y estudié en Santiago (de Chile), pero a Punta Arenas no la cambio por nada. Aquí la gente es buena y la vida es muy tranquila", dice Darío, un joven mesero del Café Corsini, la única cafetería en la Plaza de Armas.

Una mujer al fondo de la cafetería escucha nuestro diálogo y se une a la plática. Se llama Antonieta, santiaguina que por primera vez está de visita en la ciudad.

"Este lugar me parece exquisito. Se ve que aquí hay respeto por la naturaleza y la gente trae siempre una sonrisa en la cara" opina ella.

Ese sosiego del que hablan se percibe en el ritmo de vida de los lugareños, quienes parecen tener tiempo de sobra para mirar por varios minutos la vitrina de una tienda o escuchar con una sonrisa las dudas de algún turista despistado.

Pero el verdadero encanto de la ciudad radica en la sensación de saberse lejos de todo y cerca del fin del mundo; la exaltación de descubrir ese viento gélido que se cuela a ratos por las calles y que anuncia la proximidad con la Antártica.

El viajero experimenta emociones que no se captan con una cámara, sino con los cinco sentidos bien aguzados.

Ritual para volver

En la Plaza de Armas de la ciudad hay una gran estatua del navegante portugués Fernando de...

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