La puerta falsa / Golpe al corazón

AutorGuadalupe Loaeza

Hace muchos años, cuando la marquesina anunciaba una cinta de Charles Boyer y las salas de cine apagaban sus luces, podía verse a todo tipo de mujeres muy emocionadas sentadas en las butacas. Llegaban maquilladas y elegantemente vestidas, como si acudieran a una cita amorosa. Los cronistas cinematográficos de esos años reseñaban con curiosidad cómo un actor francés hacía que tantas mujeres se acercaran al cine luego de que en 1926 muriera Rudolph Valentino, el galán de más éxito en la época del cine mudo. Boyer, con su voz grave, su nariz recta, su frente grande y su boca sensual, venía de Francia, pero a partir de los años 40, las mujeres estadounidenses comenzaron a enloquecer con sus películas. Algunos críticos afirman que para entender el triunfo de Boyer hay que pensar en la extraña afición de los estadounidenses por el estereotipo del "latin lover". Sin embargo, el actor francés siempre se sintió a disgusto con este encasillamiento: "Nunca hice nada para merecer ese título. Es más, no soy un donjuán ni en la escena ni en la vida privada". Quizá, como decía la crítica de cine Mal-kah Rabell, una de las grandes frustraciones de Boyer fue que él quería ser un "actor" y la industria lo hizo "galán".

Ese galán nació en 1899 en un pequeño pueblo de los Pirineos llamado Figeac, hijo de una familia dedicada al negocio de la construcción. Cuando apenas tenía 21 años consiguió un pequeño papel en la cinta L'Homme du Large (1920), gracias a sus clases de actuación en el Conservatorio de París. Dicen que por esos años, su presencia en los escenarios lo convirtió en el favorito del Théâtre de Boulevard. En 1928, tuvo un gran éxito gracias a su participación en otra película, La Ronde Infernal. Gracias a ella, los productores de Hollywood se fijaron en él; estaban interesados en encontrar galanes europeos, pues el público de Estados Unidos estaba hipnotizado por Valentino. Boyer decidió probar suerte con el cine estadounidense, pero sólo le ofrecieron papeles en cintas sin ninguna calidad a causa de su poco dominio del inglés, de ahí que decidiera aceptar un trabajo en la productora UFA, como actor de películas alemanas en francés.

Años más tarde, decidió regresar a probar suerte a Hollywood. Esta vez, la suerte le sonreía. Tenía una excelente carta de recomendación: Madelaine Ozeray, una compañera de reparto en la película Liliom, lo recomendó para trabajar en Estados Unidos. Esta cinta era, ni más ni menos, la última que dirigió Fritz Lang en...

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