'Sí puedes morir de asma'

AutorIsrael Sánchez

Diagnosticada con asma grave desde hace 10 años, Isabel Camacho recuerda al menos dos ocasiones en que sufrió crisis tan severas que, aun teniendo su inhalador, creía dar su último aliento.

"Era tan fuerte la crisis que, de verdad, yo veía a los ojos a mis hijos y me despedía de ellos, porque yo sentía que ya no iba a poder respirar más", comparte en entrevista telefónica la contadora de profesión.

"Entonces, cuando vemos el estereotipo del niño o adulto con asma que trae un inhalador de supervivencia, no es una broma. Para nosotros ese inhalador es la diferencia entre vivir y morir", continúa. "Sí es algo muy delicado; sí puedes llegar al hospital, y sí puedes morir de asma. Eso es bien importante entenderlo, porque muchas veces minimizamos el asma".

Quizá ahora, opina Isabel, mucha más gente valora ese acto reflejo que es respirar, luego de una pandemia que mantuvo a tantos al pendiente de sus niveles de oxigenación, por ejemplo.

Pero durante mucho tiempo, las personas con asma han debido vivir incluso una suerte de discriminación por parte de quienes no lo ven sino como un tema emocional; "tu cuerpo grita lo que tu mente calla", llegó a escuchar Isabel.

"O sea, no, a ver, aguántame. Sí es multifactorial, sí tiene un gran peso emocional y de estrés, pero es un tema real el que el bronquio se cierra. Eso yo no lo puedo controlar.

"Y una vez que se cierra, de verdad, volver a abrirlo es todo un esfuerzo físico, mental, médico para poder liberarlo. Y como paciente lo sientes", continúa. "Imagina que si yo te lo estoy contando como adulto, lo que puede sentir un niño".

De los 8.5 millones de pacientes con asma que se estima hay en México, el 12 por ciento son población infantil. Niñas y niños en ocasiones impedidos para asistir a clases, realizar algún deporte o simplemente jugar, por culpa de esta enfermedad crónica caracterizada por la inflamación y el estrechamiento de las vías respiratorias finas en los pulmones, lo cual causa síntomas como tos, sibilancias, sensación de falta de aire u opresión torácica.

Aquí Isabel recuerda lo que un neumólogo infantil le explicó alguna vez: al cerrarse el bronquio -ya que el recubrimiento de las vías respiratorias se inflama y los músculos que las rodean se tensionan-, su grosor es como el de un cabello.

"Y es como si tú estuvieras intentando respirar por un popote, pero al popote lo aplastaras. ¿Tú puedes jalar aire? Sí, sí puedes. ¿Es suficiente aire para respirar? No, no es suficiente. Y, sobre...

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