Proyecto Familia / Que los niños distingan entre el bien y el mal

AutorDiana Rodríguez de Ibarra

Cuánto dolor sufren los padres cuando uno de sus hijos no ha desarrollado la conciencia moral. Ésta es una de las quejas más frecuentes de los papás cuando observan desobediencia y conductas de agresión hacia los compañeros, hermanos, incluso hacia sus mismos padres y maestros.

Los problemas que tienen los padres con este tipo de niños son los relacionados con peleas, mentiras, destrucción de la propiedad, desobediencia y fracaso en el cumplimiento de los deberes.

Cuando no se da la atención debida al mal comportamiento desde pequeños, lo más seguro es que esto se convierta en un trastorno disocial por no haber desarrollado la conciencia o inteligencia moral.

Aunque tenemos que ser muy claros para poder diferenciar el comportamiento que corresponde a una fase pasajera y el que se vuelve permanente, ya que los niños pequeños de 2 a 5 años pueden mostrar conductas fuera de las normas sociales debido a que están en proceso de asimilarlas. Después de estas edades ya se puede esperar un comportamiento con mayor juicio social mediante el cual pueden responder con obediencia hacia la autoridad.

La complejidad y heterogeneidad de las conductas destructivas, negativas y antisociales que muestran los niños y adolescentes están apreciándose cada más. La diversidad de términos que se han empleado para describir las conductas varían desde conducta destructiva, desafiante, negativista o delincuente.

También se les llega a diagnosticar como inatención, hiperactividad e impulsividad, siendo el término trastorno disocial o sociopatía el que lo describe con mayor acierto, ya que se refiere a niveles graves de conductas agresivas y antisociales.

¿Por qué se portan mal?

Las causas son muy variadas. Una de ellas es la deficiencia o la inmadurez en la formación del juicio social debido a que no reciben la atención debida y adecuada en la primera infancia.

Son niños que están expuestos a un ambiente de maltrato por carácter irritable de los padres (ya sea porque ellos tienen exceso de trabajo o problemas de alcoholismo o drogadicción), viven agresiones físicas, riñas o consecuencias de un divorcio o adulterio.

Otra causa es la falta de límites e incapacidad en el manejo de la disciplina por parte de los padres, por lo que el niño no aprende la formación de hábitos. Les conceden lo que quieren con tal de que no lloren o griten y aunque se desesperan y les llegan a dar nalgadas para disciplinarlos, los niños con su corta experiencia aprenden que insistiendo...

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