Proyecto familia/ El arte de ser padres

AutorSamuel Rodríguez Hernández

Ramiro tiene dos hijos, Guillermo, de 14 años, y Federico, de nueve. Según platica, Guillermo ha sido un hijo ejemplar. Obediente, aplicado en la escuela y muy sociable, jamás ha recibido una queja de sus maestros e incluso muchos de sus amigos lo felicitan porque su hijo sabe comportarse en cualquier circunstancia.

Por el contrario, con Federico las cosas no han ido de la misma manera. No acepta las reglas del hogar, con frecuencia recibe quejas de la escuela por su indisciplina y en algunas ocasiones los mismos amigos le han recriminado su comportamiento grosero cuando sale con ellos. Ramiro no entiende por qué sus dos hijos son tan distintos.

Aunque nos parezca extraño, este caso es muy común. Los padres no nos explicamos el porqué de esas diferencias, lo cual viene a demostrar que el oficio de ser padres es muy difícil. En la crianza de los hijos suelen presentarse situaciones impredecibles.

Algunos padres en esta situación se preguntan, si los eduqué de la misma forma, ¿por qué son tan diferentes? Allí está el detalle. Todos los hijos son diferentes y no podemos educarlos de la misma forma. A algunos hay que "estirarles la rienda" más que a otros. Con unos debemos ser paternalistas, mientras que con otros tenemos que ser más directivos.

Gran responsabilidad

Cuando nos detenemos a considerar la alta responsabilidad que tenemos al educar a nuestros hijos nos podemos sentir intimidados. Las situaciones contextuales cada día son más difíciles con las altas expectativas de la sociedad, las estrecheces económicas y la feroz competitividad que se ha generado.

Algunos padres optamos por educar a nuestros hijos con atención en la moral, la ética y otros principios de valor, sin enfatizar tanto en la competitividad, pero de repente nos damos cuenta de que a nuestros hijos les faltan "armas" para salir adelante en un mundo cada vez más deshumanizado.

Con frecuencia durante mis charlas y conferencias los padres me manifiestan su angustia porque se sienten incómodos e incapaces para educar a sus hijos. A veces tal angustia es obsesiva. Muchos de ellos están haciendo esfuerzos significativos, pero sienten que no es suficiente. Observan en su comunidad a padres que parecen ser exitosos en todo, y se subestiman.

Aunque es inquietante el número de padres que no cumplen con el deber de velar por sus hijos, alimentarlos, educarlos, etc., hay otros que les dedican mucho tiempo, les manifiestan constantemente su amor y los disciplinan en el momento...

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