El progreso pasa de largo

AutorMaría Luisa Medellín

Sentada en una banca de la plaza, Imelda Martínez evoca los días en que las calles de Cadereyta apenas eran transitadas por algún coche o bicicleta, porque los vecinos preferían andarlas a pie y detenerse a conversar en el trayecto.

Cuando los jóvenes convivían alrededor del kiosko los domingos, y las familias se unían al paseo al terminar la misa.

Ahora, en el reloj de la iglesia casi son las cuatro y media de la tarde, y las angostas arterias en el centro de este poblado escobero por tradición lucen saturadas de vehículos.

En la esquina del Palacio Municipal, un agente controla el tráfico, y personas de todas edades van y vienen presurosas entre los pequeños comercios que se agolpan varias cuadras a la redonda, los que en otros tiempos dieron techo a decenas de hogares jimenenses.

"¡Cómo ha cambiado Cadereyta!", suspira esta campechana y rubicunda mujer de 46 años, de cabellos castaños y mejillas encendidas.

"Es la hora en que sale la gente de la refinería, y viene a comprar lo que necesita antes de ir a su casa, en las colonias de los petroleros; todos los días es el mismo movimiento".

Encogiéndose de hombros, Imelda lamenta que se esfumara la tranquilidad a la que estaban acostumbrados. En su expresión hay nostalgia, pero también frustración, porque el progreso que los lugareños anhelaban con el arribo de Pemex no los alcanzó.

Fue a mediados de los 70. Una oleada de miles de técnicos, albañiles, obreros e ingenieros tamaulipecos llegó a Cadereyta Jiménez para construir la primera planta de destilación primaria de la refinería, que iniciaría operaciones el 12 de febrero de 1979, a dos kilómetros al oriente del área urbana.

"Muchos se la pasaban tomando, haciendo desmanes en la plaza. Mis papás ya no nos dejaban salir ni a mí ni a mis hermanas. Había pleitos y decían que era mejor quedarse en casa.

"Eran hombres solos, venían por temporadas, buscando aventuras, y se iban a los tugurios que se abrieron a las orillas del pueblo. Luego fue otra cosa cuando la refinería empezó a trabajar, vinieron con las familias, pero Cadereyta no tenía ni tiene servicios suficientes para tanta gente que sigue estableciéndose aquí; es un caos".

De hecho, en estos días se encuentra en marcha otra ampliación de la compañía petrolera, con una inversión aproximada de 650 millones de dólares. La noticia ha corrido como reguero de pólvora entre los pobladores.

Dionicio Octavio González, gerente de la refinería Ing. Héctor R. Lara Sosa, detalla en su oficina que, entre este año y el 2010, unos 4 mil trabajadores arribarán para construir seis nuevas plantas y modernizar otra, con el fin de reducir el azufre de los 190 mil barriles diarios de gasolinas y diesel que producen.

A Imelda, como a muchos otros, le preocupa esta nueva avalancha foránea, ya ha vivido las molestias...

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