El problema de los jóvenes

AutorMaría del Carmen Alanís F.

Son millones. Según el último censo, suman poco más de 33 millones. Las y los jóvenes de entre 12 y 29 años de edad son un abigarrado universo de gustos, intereses, expectativas e ideas que resume la diversidad y la desigualdad nacionales, sus carencias más lacerantes y sus promesas más altas. Son también materia fértil para discursos e invocaciones de todo tipo, pletóricos de futuro pero, con frecuencia, privados de presente. ¿Hay algo tangible y promisorio para ellos, aquí y ahora?

Los jóvenes recelan de los partidos y no ven a su alrededor muchos espacios y oportunidades para hacerse escuchar y ser tomados en cuenta. En el plano económico y social las cosas no son mejores. Su inserción al mercado laboral resulta crecientemente problemática y, por si fuera poco, la velocidad del cambio social ha dejado sin efecto muchas de las certezas que daban orden y sentido al mundo. En suma, pocas opciones e incertidumbre, un coctel poco recomendable.

La desconfianza y el franco rechazo a la política entre los jóvenes probablemente obedece más al débil proceso de socialización política que ocurre en el espacio familiar y a las negativas experiencias (vividas, contadas o leídas) con la autoridad pública que a cualquier otro factor, como lo sugiere el estudio "Ciudadanos y cultura de la democracia", realizado por el IFE y sustentado en una encuesta nacional de cultura política levantada en 1999.

Este es un desafío mayúsculo porque, retóricas aparte, sin ellos, el país no va a ninguna parte y la democracia corre el riesgo de convertirse en una entelequia.

La democracia, de hecho, difícilmente puede sobrevivir sin traicionarse ahí donde no hay un compromiso activo de las y los ciudadanos. Aunque hay quienes se limitan a recetar buenos diseños institucionales y mejores leyes, lo cierto es que la democracia requiere de demócratas, esto es, de ciudadanos y ciudadanas íntimamente convencidos de la superioridad ética y política de los principios, valores e instituciones de la democracia.

Considerando el fuerte desencanto político de los jóvenes y su débil presencia pública, el reto es, a todas luces, alentar su activa inserción en el entramado social y político del país. Se trata de transmitirles vívidamente el mensaje de que son sujetos de derechos y, al mismo tiempo, de crear los espacios y las oportunidades para que los ejerzan. Se trata de hacerlos sentir parte de una comunidad social y política que se preocupa por ellos, los escucha y los atiende no sólo...

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