De prisión modelo a nido de corrupción

AutorDaniel de la Fuente

Si se les ve desde el aire, los cuatro ambulatorios del Cereso de Apodaca tienen forma de cruces.

En la parte superior izquierda está el Alfa; a su lado, a la derecha, el Bravo; en la parte inferior derecha está el Coca, y a la izquierda, abajo, el Delta. Para reos de mínima, baja, media y alta peligrosidad, respectivamente.

Los ambulatorios están interconectados a través de una red de pasillos con esclusas de admisión, puertas de cerradura automática y cámaras de circuito cerrado.

Inaugurado el 12 de octubre de 1989 -ese invierno el termómetro descendió hasta los 16 grados bajo cero-, el Cereso de Apodaca recibió a sus primeros 12 internos. Juntos, los reos sumaban un mundo de años de condena y todos fueron confinados al Delta, destinado para los de más alta peligrosidad.

Eran el uruguayo Jorge Bochkavior Futivo, alias "El Ruso", Juan Carlos Padrón Kuri, Anselmo Aboytes Franco y Nicolás Tamez Ramírez, autores intelectuales y materiales del secuestro y asesinato del niño Hernán Marcelo Villarreal Urrutia, historia que estremeció al Monterrey de los 80; los asaltabancos peruanos Juan Ortega Ponce, José Sánchez Rojas y Javier Caballero Meléndez; los asesinos Juan Guerra Lizalde, José Antonio Herrera de León, Miguel Angel Flores Ríos, Everardo de León Arreola y Martín Contreras Lucio.

Más tarde ingresaría un decimotercero, un delincuente sexual, Pedro Charles Ramos, de complexión impresionante.

En el A y el B la población está mezclada; en el C hay también dormitorios comunes, "marraneras", les llaman, e individuales, en tanto en el D hay sólo celdas individuales. Los reos únicamente son hombres.

Además de los 300 custodios, todos de nuevo ingreso a las filas de la seguridad en el Estado y que trabajaban en turnos de 12 por 24 horas, se contaría tiempo después con el Grupo Pantera, dedicado a la reacción inmediata en caso de motín y que inauguraría lo de ocultar el rostro entre cuerpos de seguridad.

La autoridad informó entonces que el nuevo centro había costado más de 40 mil millones de pesos y que albergaría a más de 2 mil reclusos en un área de 44 mil metros cuadrados. La realidad, sin embargo, es que ya con mil 500 se llena.

Sus torres, de entre 8 y 12 metros, y sus muros inmensos garantizaban el control. De hecho, cuestionado al respecto, "El Ruso", con antecedentes de fuga en el Topo Chico, declaró: "Si aquellas paredes que se están cayendo me detuvieron, creo que éstas más'', en alusión a las de Apodaca.

Poco más de seis años después, sin embargo, él y De León Arreola, a quien apodaban "El Ñacas", acordaron escalar el muro de seis metros para alcanzar la libertad. Sólo "El Ñacas" lo logró, no así "El Ruso", a quien el primero no ayudó a salir.

Cuando alguien le preguntó cómo él, con un IQ tan alto, había...

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