Primero las damas

AutorAlejandro Rosas

Hace más de un siglo, el Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño señalaba el comportamiento que debían guardar los usuarios masculinos dentro de carruajes, diligencias y tranvías: "El caballero ofrecerá la mano a la señora, para subir al coche y para bajar de él; y de la misma manera, cederá su asiento a una señora a quien haya tocado uno menos cómodo o menos digno".

A pesar del excesivo conservadurismo del célebre Manual de Carreño -exagerado incluso para el Siglo 19 las relaciones sociales en el ámbito público partían indudablemente de un elemento que tiende a desaparecer en el México del Siglo 21: el respeto.

La gran explosión demográfica de los últimos años, el hacinamiento en las grandes ciudades, la falta de seguridad pública e indudablemente una educación machista -que no termina por esfumarse de la conciencia cívicahan propiciado que, aliniciarse el tercer milenio, la vida cotidiana en ciudades como la de México sólo se conciba desde un ámbito defensivo y con el temor permanente de la agresión.

Durante el virreinato y el porfiriato -periodos de larga estabilidad y paz social-, el respeto en la convivencia diaria dentro de las ciudades fue una de las premisas fundamentales. Curiosamente el reconocimiento a la integridad moral y física y a la dignidad de la persona, no provenía de un amplio desarrollo de la educación o de una sociedad con un elevado nivel cultural. En un país con el 80 por ciento de su población de origen rural -como sucedió en ambos periodos-, el analfabetismo era escandalosamente alto y la instrucción pública se enfocaba básicamente a las regiones urbanas. El respeto social tenía otro origen: el reconocimiento del ejercicio de la autoridad.

Desde luego ni los años del México virreinal ni la dictadura porfiriana pudieron erradicar la violencia, los abusos sexuales y el crimen, pero lograron reducir notablemente los índices delictivos basados en la aplicación irrestricta de la ley que, a pesar de ciertos excesos, nadie cuestionaba por los resultados positivos entregados a la sociedad.

En los Siglos 17 y 18 difícilmente se hubiera concebido dividir las diligencias por sexo. Ante la supuesta debilidad física de la mujer, las damas no podían encontrar mejor resguardo que viajando con los hombres. Si por alguna razón los criminales abusaban sexualmente de las mujeres -"como no sean públicas o rameras"-, el culpable se aseguraba la muerte. La Santa Hermandad -grupo de justicieros que contaban con la venia del...

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