La primera independiente

AutorFernanda Caso

En la primera reunión de trabajo, en 2014, habíamos dejado claro que nadie que quisiera participar en la campaña de Margarita podría buscar un cargo de elección popular hasta en tanto no pasara la elección presidencial. Era una lección que nos había quedado de la campaña de Josefina Vázquez Mota, donde todos los coordinadores tenían asegurada una candidatura y nadie estaba preocupado por ganar.

Eso, de inicio, eliminó la competencia por los espacios que se da normalmente en las campañas. Tampoco estábamos ahí por dinero, nunca tuvimos demasiado. Cada persona que se iba sumando al equipo lo hacía bajo las mismas advertencias.

Éramos un grupo de gente reunida por primera vez. No nos conocíamos previamente, sólo Margarita nos conocía a todos. Nunca antes habíamos estado sentados todos en una sala de juntas. Tampoco fue en un solo día que se armó el equipo. Durante tres años, Margarita fue invitándonos, uno a uno, a formar parte del proyecto. Había varios a quienes había conocido en el PAN, uno desde el juvenil, a dos cuando fue secretaria de Promoción Política de la Mujer y una más que tocó la puerta para ayudar al enterarse de buscaría la Presidencia de la República; a otros dos los conoció en el gobierno del ex presidente Felipe Calderón; a uno lo fue a apoyar cuando fue candidato a gobernador, otro había sido gobernador, varios habían sido sus alumnos en preparatoria. Yo había sido becaria voluntaria en su oficina 10 años antes.

Además del equipo de coordinadores, había un grupo de voluntarios y operativos mayormente conformado por jóvenes. La edad promedio rondaría los 30 años de edad.

Un buen amigo dice que las campañas adquieren la personalidad de los candidatos. Nuestra campaña no fue la excepción. Era un equipo movido por convicciones, un grupo de hombres y mujeres que nos volvimos familia alrededor del sueño de hacer política de manera distinta. Había buena vibra, había una enorme capacidad y perfiles sumamente afilados, había gente con mucha experiencia, teníamos asesores de primer nivel entre quienes estaban el ex Presidente y su hermano Juan Zavala. Había también muchos jóvenes dispuestos a no dormir, a poner nuestra vida en pausa y dedicarnos cuerpo y alma, sin importar que la meta se antojara imposible.

El día de la renuncia al partido fue tal vez el primer momento en el que fuimos conscientes de las implicaciones políticas de la decisión que había tomado Margarita. Coincidíamos con los motivos: era un acto de dignidad y valentía ante la cerrazón y mezquindad que la dirigencia había mostrado con ella. Pero esa conciencia carecía de conocimiento sobre lo que significaría el reto independiente en la ruta hacia el día de la elección, era imposible saberlo. Probablemente hubiéramos medido distinto la decisión, de conocer los obstáculos que tendríamos y el...

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