Primera Lectura/ Eva

El tren correo silba a lo lejos una vez más, un día más, muchos días más. Ya perdí las esperanzas de que venga alguien a ayudarme. Su sonido recorre dos, tres, ¿cuántos kilómetros? Traspasa las paredes de mi casa, se introduce en mis oídos, hiela mi sangre y me dice:

-Estás muerta. El roer de los ratones, el crujir de las maderas, me dicen: -Estás viva. Nadie sabe que estoy aquí, encerrada en el costurero. Mi cuerpo en el suelo. Mi pistola pisoteada. Mi cama destrozada. La pelusa del colchón me va a provocar estornudos. ¿Cuántos días han pasado desde que se fue Macrina? Temo la llegada de la noche, temo el tren correo que irrumpe en mi habitación en medio del silencio de la noche, su silbido me remonta a mi juventud, a la casa de San Cosme, a aquellos tristes silbidos que nos llegaban hasta la casa desde la estación de Buenavista.

El hambre es vida. Ya no siente hambre. El frío es vida. Ya no siento frío. -Cierra la puerta porque tengo frío. Aquel tango. Aquellos tangos que bailaban con mi hermano. Todos menos el tango del tuberculoso. Lo teníamos prohibido. Ese tango sólo lo bailé años después con Julián Santamaría... Julián Santamaría. Pobre de mi mamá, qué disgusto le dimos Macrina y yo aquel día. Eramos jóvenes, Macrina con Ventura y yo con Julián Santamaría. -Cierra la puerta porque tengo frío. El tango, esa música sensual que se baila con el sexo suspendido. Mi hermano me enseñó a bailar el tango. Cuando Joaquín llegó de Europa, pensábamos que nuestra vida iba a cambiar, y cambió. La familia finalmente se había reunido. Mi papá compró un coche de gasolina, un automóvil. Poca gente tenía un automóvil en México en esos días. El chofer nos llevaba a pasear algunas mañanas al bosque de Chapultepec. Por las tardes, hacíamos el paseo de la calle de Plateros, llegábamos al Zócalo, dábamos la vuelta y regresábamos... Y aquellas noches que salíamos a las afueras de la ciudad, cuando mi papá nos llevaba de cacería... Sí, nuestra vida cambió. Adiós monjas y colegio del Verbo Encarnado, adiós tía Inesita y colegio de las Vizcaínas. Mi hermano recién llegado de Europa trajo de nueva cuenta la alegría que tanto necesitábamos en nuestra familia.

Joaquín llegó a México hablando un perfecto francés y un mediano alemán, pero también trajo nuevas costumbres que...

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