El primer Zaid: Habrá que detenerse

AutorGabriel Zaid

Para el libro de Alberto Arrambide, Habrá que detenerse, Monterrey: Editorial Pauraque, 1954.

Habrá que detenerse, Alberto, por ese túnel de soledad que has escogido. Libres son los ojos sin mirada, pero, en la oscuridad que tanteas, los pasos pierden su seguridad, el alma su centro y, al fin, los ojos su libertad, ensimismados en sus propios espejos. Habrá que detenerse.

¿Y qué vale más de tu libro: lo que nos cuentas de la asfixia, o lo que recuerdas de tu infancia, mientras bajas y bajas a los manantiales de lo oscuro? Hay memorias tan claras y una prosa tan directa en ciertas páginas, que después, la otra, la prosa difícil de la metáfora salpicada de versos, es un tan puro presente sin memoria (de soledad que no se digiere a sí misma, excepto cuando en "Memento" tiene luces proféticas), que no sé por qué no has hecho de esos párrafos poemas. Pero, en contra, está el diálogo y la preocupación perfecta de recoger, de recordar, un lenguaje infantil, y la observación iluminada, que afirman una vocación para la prosa. Y no estaría bien que escribieras verso, sólo porque tu esfuerzo de interiorización es poco común en prosa (en México no recuerdo sino lo de Claudio Ceballos) mientras que en la poesía, la oscuridad es vicio tan general que la gente no entiende, pero aplaude.

Gracias, muchas gracias por el heroísmo de haber ido solo, sin escudo (sin el tuyo y sin el del lector), con los ojos redondos del espanto, a lidiar contra las noches sin palabras, contra los remolinos de la soledad, contra las aguas de la muerte. Gracias por el desacato, por el quijotismo irrespetuoso de pretender traernos un puñado iluminado de...

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