La Primavera Arabe de 2011 como un elemento motriz del nuevo orden internacional multipolar

AutorJosé de Jesús López Almejo - Daniel Efrén Morales Ruvalcaba
Páginas1-24
La Primavera Arabe de 2011 como un elemento motriz
del nuevo orden internacional multipolar
José de Jesús López Almejo
Daniel Efrén Morales Ruvalcaba
Introducción
El 17 de diciembre de 2010 el joven Mohamed Bouazizi, un joven
desempleado de 26 años de edad que se dedicaba a la venta de frutas y
verduras en las calles de Sidi Bouzid, se inmoló en protesta por el maltrato
de la policía y las condiciones económicas de la sociedad tunecina
(Rodríguez-Pina 2011). Mohamed Bouazizi –quien es visto como “iniciador
de la Revolución tunecina”- murió 22 días después de su inmolación el 4 de
enero de 2011; no obstante, un día después de su inmolación, se habían
iniciado numerosas manifestaciones públicas que llevarían al derrocamiento
del entonces presidente Zine El Abidine Ben Ali (quien gobernaba Túnez
desde 1987) el día 14 de enero de 2011.
Aunque las condiciones socio-culturales, económicas y políticas difieren en
cada uno de los países del mundo árabe, las protestas en Túnez han tenido
eco en Argelia, donde iniciaron algunas movilizaciones el 28 de diciembre de
2010, pero se generalizaron todo el país el 5 de enero de 2011; en Libia, los
levantamientos populares comenzaron entre el 13 y el 16 de enero de 2011,
siendo hasta el 17 de febrero cuando las masas convocaron al “día de
cólera” en contra de Gaddafi, lo que provocó una represión violenta por
parte de las fuerzas de seguridad libias; en Omán y Mauritania el 17 de
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enero, y en Yemen un día después; en Egipto el 25 de enero y en Siria el
26; en Bahréin el 4 de febrero, en Irak el 12 de febrero, en Yibuti el 18 y en
Marruecos el 20 del mismo mes.
Si bien es imposible pasar por alto la complejidad de cada uno de los casos
mencionados, esta serie de revueltas y manifestaciones sin precedentes en
el mundo árabe por su demanda democrática y mejora sustancial en las
condiciones de vida, ha comenzado a ser llamada como la “revolución
democrática árabe” o “primavera árabe” y comparada por su trascendencia
con la caída del Muro de Berlín (Valenzuela 2011) (Garton Ash 2011).
Estas revueltas que han surgido en forma de protestas civiles en sus modos
(Túnez y Egipto) y, posteriormente, con matices más violentos (como en los
casos de Bahréin, Yemen, Siria y Libia), representan un hito en la historia de
Medio Oriente, por su eficaz manera de contagiar a las sociedades de países
vecinos, para emprender sus propias revoluciones y generar un cambio en
sus realidades políticas, sociales y económicas. Sin duda alguna, todo esto
ha provocado que los poderes fácticos de la región resistan con toda
intensidad, como en los casos de Siria y Libia principalmente, para socavar a
sus opositores.
La primera parte de las revoluciones civiles árabes fue vista desde Estados
Unidos, Francia y Gran Bretaña, como algo positivo porque el reacomodo de
fuerzas, de redes económicas y de élites políticas podían favorecerles si lo
capitalizaban políticamente para sus propias causas. Sin embargo, en el caso
específico de Libia, los planes de derrocamiento del régimen del Coronel
Muammar el-Gaddafi, se fueron retrasando por la manera en la que éste (a

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