Debate presidencial: Más allá de los efectos electorales

AutorMaría Amparo Casar

Lo que fue

Contrario a las expectativas que la mayoría albergábamos, la congregación de candidatos a la Presidencia del pasado 25 de abril sí fue un debate. Los participantes consiguieron superar la camisa de fuerza impuesta por un diseño rígido y, con sus intervenciones, lograron montar un acto ágil, interesante y cargado de significado político.

Los debates son formas de comunicación política que reúnen a dos o más contendientes en un mismo tiempo y espacio en condiciones de igualdad. Su función principal es la de persuadir a los electores a que emitan su voto a favor de uno u otro competidor. Según el tipo de elector de que se trate, los adversarios buscarán una de tres cosas: a) convencer a los indecisos, b) convertir a los que, en principio, tenían una preferencia distinta y, c) confirmar en su decisión a los partidarios o simpatizantes.

Las estrategias utilizadas para lograr este propósito central son tan variadas como la imaginación política lo permita pero, en todos los casos, está presente la idea de vender una imagen y un conjunto de propuestas a través de argumentos, ataques y defensa.

Todos estos elementos que definen a un debate estuvieron presentes la noche del 25: se proyectaron imágenes, se sometieron propuestas, se dirigieron ataques y se articularon defensas. Incluso, y en la medida de lo que permitió el rígido formato, hubo réplicas. Cada candidato hizo uso distinto -en tiempo y calidad- de estos elementos.

El contexto

Es imposible sustraer la estrategia e incluso el desempeño de cada candidato del contexto político que rodea a las campañas electorales. Son muchos los factores que definen el clima político del México de hoy: un ambiente de inseguridad y prevalencia de la ilegalidad, una imagen de debilidad de las instituciones, escándalos políticos y una agenda abultada de problemas sin resolver. No es de extrañar que estos afecten de manera adversa al candidato del partido en el poder. Sin embargo, también se beneficia de un buen desempeño económico que, está probado, actúa como uno de los principales determinantes del voto.

Más allá de estos factores, un elemento de crucial importancia para el debate es la posición que ocupan los candidatos en las encuestas de preferencia electoral. Los dos punteros desayunaron la víspera del debate con la encuesta publicada por REFORMA que da 42 por ciento de las preferencias electorales a Fox y 45 por ciento a Labastida. Cárdenas experimentó un retroceso de 1 por ciento situándose en un escaso 12 por ciento, y los partidos pequeños quedan estancados en 1% a repartir entre tres.

Los candidatos que mayores ventajas pueden derivar del debate son los abanderados de los partidos pequeños que no cuentan con los recursos para mantener una presencia permanente y nutrida en los medios, para contratar consultores en imagen y...

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