El pozo de los perros

Allá por el año de 1940, en la hacienda de La Troje, perteneciente a Lagos de Moreno, Jalisco; existía hacia el límite poniente del caserío un terreno hondo y circular bordeado de árboles. Todos lo conocían como el Pozo de los Perros, porque ahí acostumbraban tirar a éstos animales que morían por una u otra causa.

El lugar estaba contiguo a La Alameda, que era el Camino Real de tránsito entre varias comunidades y el centro de Lagos.

Platicaba el abuelo que en los vallados colindantes con ésta amplia avenida de tierra amarilla, al escarbar para colocar algunos postes para cercar el terreno, encontraron los cadáveres de varias personas casi a flor de tierra. Al parecer éstos pertenecían a varios hombres que pelearon durante la rebelión cristera, contra el gobierno del general Plutarco Elías Calles. Él vio con horror cómo colgaban de las ramas de los robustos árboles los cuerpos de aquellos infortunados. La gente piadosa tenía que esperar la noche para que se retiraran las tropas federales y así poder darles una rápida y cristiana sepultura.

Por eso estaban cubiertos muy por encimita, pues los ajusticiados eran dejados como advertencia a los demás y si alguien era sorprendido descolgándolos, o peor aún, enterrándolos diciendo algunos rezos, correrían con la misma suerte que los difuntos. Por eso muchas familias guardaron sus valores en donde podían, para no ser víctimas de la rapiña de algunos soldados. Así, en este ambiente de miedo y zozobra se tejieron innumerables historia de muertos y aparecidos que la gente veía por todos lados.

Debido a que la religión estaba reprimida, decían que las fuerzas del mal estaban desatadas, que el demonio en persona aparecía en las noches por los caminos vestido de catrín, ranchero acaudalado o hacendado.

En los tanques de agua (represas) y las ruinas de antiguos molinos, las brujas realizaban sus reuniones en medio del fuego gritando encantamientos. Los duendes hacía y deshacían en las casas, escondían las escobas, trapeadores y hasta utensilios de cocina. Muchos los vieron correr atravesando las tapias de adobe, y otros deambular entre las bodegas de la antigua cremería.

Una leyenda que surgió fue la del nagual, que enfundado en la figura de un enorme perro negro, desafiaba con...

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