Del pozo al gozo

AutorRoberto Zamarripa

LA HABANA.- Colgaba la distinción del grueso cuello de José Mujica, Presidente de la República Oriental del Uruguay; pendía el Águila Azteca en grado de collar, con sus treinta eslabones alternados, oro y plata. Bailaba en el pecho presidencial.

Recién Enrique Peña le había prendado en ese cuello de toro el reconocimiento, a quien dijo era un gran estadista de nuestro siglo.

Mujica tomó entre sus dedos los eslabones de joyas como si quisiera ocultarlos. "Señor Presidente, me va a perdonar, ni siquiera uso corbata. Estoy medio cohibido con esto", susurró al micrófono el viejo uruguayo.

En el salón Gran Canaria las risotadas trituraron la solemnidad que nomás no se le daba a la ceremonia.

Cuando el Presidente Peña impuso la distinción, Mujica bajó ligeramente la cabeza y después ninguno se atrevió a fundirse en un abrazo tronador como los que dan los priistas en sus asambleas; fue un abrazo discreto, dos palmadas, un saludo fraterno de Peña con sus dos manos apretadas, pero Mujica parecía absorto.

"Don Enrique, estamos por una para salir. Cuando empiezan estas cosas es porque te falta poco", siguió en voz baja Mujica, de 78 años, tres de ellos en la Presidencia de su país.

Ha pasado más tiempo en la cárcel que lo que lleva en el gobierno. El triple de años, cuenta uno de sus allegados de la militancia guerrillera, Hugo Wilkins, un hombre moreno diez años menor que el líder uruguayo, con una marca dibujada en el tabique de su nariz.

Mujica estuvo encerrado en un pozo, sí, en un hoyo, dice Wilkins. Así, durante años, tuvieron cautivos los militares golpistas a una novena de dirigentes del movimiento de los Tupamaros, la emblemática guerrilla urbana de Uruguay. Con esas torturas, lo querían volver loco, refiere Wilkins.

Y Peña también lo dijo a su modo: "En incontables ocasiones, la vida lo llevó por senderos arriesgados que pusieron al límite su voluntad e, incluso, lo privaron de libertades fundamentales. Sin embargo, por más ardua que fue la prueba, José Mujica se levantó, una y otra vez, para seguir andando el camino".

La Orden del Águila Azteca, la máxima distinción mexicana a un extranjero, la han recibido desde el emperador etíope Haile Selassie hasta el Nobel Gabriel García Márquez; desde el futbolista alemán Franz Beckenbauer hasta Bono o Joan Manuel Serrat. Pero nunca la había recibido un ex guerrillero.

El Gobierno mexicano decidió otorgársela a Mujica porque bajo su liderazgo "Uruguay se ha distinguido por ser un país conciliador...

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