Postales de historia

AutorAntonio Saborit

La dispersión y el anonimato son las señas particulares de las fotos que consignan algún instante de la Revolución mexicana, a pesar de la riqueza de un puñado de copiosos fondos y hasta cierto punto bien identificados como el de la Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, o bien como el de Nettie Lee Benson, a resguardo del plantel de la Universidad de Texas en Austin, como el de la fototeca del Centro Cultural Isidro Fabela o incluso como el del Recovery Project, localizado en el mezzanine del Cullen Performance Hall de la Universidad de Houston. Ahí se conservan cientos de imágenes provenientes del minutero de la década armada: en series ya clásicas, como la que iniciaron Agustín y Miguel Casasola; en álbumes personales, como los que reunió el ingeniero James E. Long con sus vistas del estado de Guerrero antes y después de la lucha armada; o en colecciones privadas, como la que integró René d'Harnoncourt al comienzo del siglo pasado y en la que algo hay de las andanzas mexicanas de C.B. Waite, Homer Scott y de la Sonora News Company; o bien en fondos particulares, como el que formó Isibro Fabela, en sus pesquisas históricas, o como el de la activista Leonor Villegas de Magnón con las faenas humanitarias de la Cruz Blanca. Pero lo cierto es que la tormenta que arrasó México durante la segunda década del siglo pasado se encargó de esparcir por el río de la cultura impresa las innumerables tomas de una troupe de equilibristas estorbados por los armatostes de vidrio y madera. Cada toma se volvió, de inmediato, muchas, y sólo rara vez una sola toma se convirtió en una imagen emblemática. Y la mayor parte de las veces la identidad del señor fotógrafo se redujo, en el mejor de los casos, a un garabato tallado sobre la superficie misma del negativo.

Los fotógrafos con nombre y apellido son menos que las imágenes de la década armada, que como se sabe se cuentan por decenas de miles. Y aún así el elenco de la intrépida gente de la lente es hoy mucho más amplio que en los novecientos cincuenta en que empezó a interesarse en la historia Daniel Cosío Villegas. A nadie le importa saberlo. Pero en unos años se pasó de la mera contemplación de una línea del horizonte dominada aparentemente por la familia Casasola, a la recuperación y restauración de las imágenes de otros muy notables fotógrafos que asimismo metieron las narices en las guerras de sus contemporáneos como Jesús H. Abitia, Ezequiel Álvarez Tostado, R. Arreola...

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