Filosofia de la ciencia pospositivista. La reinvencion de una disciplina *.

AutorIbarra, Andoni
CargoEstudios Criticos
  1. INTRODUCCIÓN

    Es poco usual que una obra tenga el privilegio de convertirse en un clásico al que reiteradamente se recurre en busca de una referencia que sustente las nuevas aportaciones teóricas sobre una determinada materia. Una de las pocas que lo han conseguido en el ámbito de la filosofía de la ciencia es The Structure of Science de E. Nagel, publicada en 1961, con la intención de dejar bien establecidos unos estados de la cuestión acerca de algunas de las materias discutidas por la mayoría de los filósofos de la época (Nagel 1961). La obra de Nagel venía así a exponer de forma ordenada los elementos constitutivos de la estructura de las teorías científicas, a partir de las aportaciones de los positivistas lógicos, primero, y de las resultantes del denominado periodo del Received View, después.

    En el periodo de treinta y cinco años desde la publicación de The Structure of Science, otros dos caminos reales pueden sumarse a los dos mencionados. En primer lugar, desde la segunda mitad de los sesenta, la filosofía historicista que todos conocemos, condujo después, a partir de los ochenta, a una filosofía interdisciplinaria de la ciencia en la que los enfoques específicos se distinguen entre sí, sobre todo, por la elección de los correspondientes cómplices disciplinarios con los que interacciona teóricamente. Una transformación conceptual y regeneración teórica profundas están en vías de convertir el estudio filosófico de la ciencia en una actividad culturalmente atractiva.

    Ahora, cuando nos abocamos a un nuevo milenio, la agenda de la filosofía de la ciencia está siendo reformulada desde las cenizas de diferentes reductos. Coincido con el diagnóstico básico que recientemente realizaba Joseph Rouse acerca de la naturaleza de la significante transformación experimentada a lo largo del siglo en nuestro campo, desde la primitiva reivindicación de una autonomía disciplinar que caracterizaba a la filosofía de la ciencia del positivismo lógico y la primera "Historia y filosofía de la ciencia" pospositivistas, hasta la comprensión actual de los filósofos de la ciencia que "tipically regard their disciplinary training and identity as important, but they exercise it through close intellectual interaction with scholars in other disciplines" (Rouse 1998, pp. 112 s.). La metamorfosis operada en las dos últimas décadas, desde la autonomía disciplinaria del Received View a la renovación interdisciplinaria con otras áreas de conocimiento, ha hecho que la filosofía de la ciencia presente hoy oportunidades singulares en la común tarea de comprender tanto la complejidad de la ciencia como la riqueza de sus prácticas.

  2. PROPUESTA DE UN MARCO PARA LOS PROBLEMAS FILOSÓFICOS EN LA CIENCIA

    La obra de José A. Diez y C. Ulises Moulines, Fundamentos de filosofía de la ciencia (FFC), manifiesta unos objetivos similares al clásico de Nagel --básicamente, exponer de forma sistemática los componentes estructurales de la ciencia--, pero trazados desde una perspectiva diferente (Diez y Moulines 1997). Ello por dos razones: (i) por las que acaban de indicarse antes, que obligan no sólo a una revisión tout court de los contenidos obsoletos del clásico anterior, sino a resituar los temas en un nuevo espacio de discusión, y (ii) por su carácter más limitado en su alcance. Esta última motivación queda patentizada en el mismo título del libro.

    El texto no pretende ser una introducción a la filosofía de la ciencia, sino presentar introductoriamente --y en algunos casos, de manera más avanzada-- las cuestiones fundamentales de la filosofía general de la ciencia. No se encontrarán así temas genuinos de las filosofías especiales de la ciencia; tampoco se abordan cuestiones dimanantes de otras perspectivas de estudio de la ciencia que, aunque de interés para una imagen integral de la ciencia, podrían resultar "desorientadoras" para la identificación de los problemas genuinamente filosóficos en el estudio de la ciencia. Los autores además advierten desde el "Prólogo" que no es su interés defender tesis sustantivas, lo que reduce considerablemente el alcance de los temas de estudio posible: muchos de ellos requerirían posicionamientos propios ante las alternativas planteadas, que los autores no están dispuestos a asumir --bien porque no es posible diseñar resultados "concluyentes" a causa de la diversidad de planteamientos existentes, bien porque, como honestamente reconocen los mismos autores, sus propios posicionamientos divergen. En suma, FFC no se concibe como un glosario de filosofía de la ciencia, que haría inabarcable la lista de temas.

    En clave positiva, FFC pretende "presentar del modo más claro y neutral posible las [ideas] de aquellos filósofos o corrientes que han realizado contribuciones de reconocida importancia en los diversos ámbitos tratados" (p. 12). Éste sería el "planteamiento de la cuestión" para el exhaustivo análisis que se va a desarrollar a lo largo de las páginas del libro: la descripción y evaluaci6n de los planteamientos más relevantes concernientes a cada uno de los elementos constitutivos de la ciencia. El interés de FFC se debe a la atracción que presentan la estructura y los contenidos de los ámbitos de estudio elegidos. Ciertamente, a la elección puede imputársele que no haya cubierto todos los temas abordables, pero no el carácter fundamental de las materias estudiadas, a saber, cuestiones como las de la medición, la explicación, la estructura de las teorías, las relaciones interteóricas, la contrastación y evaluación de teorías o el cambio teórico. En el análisis de cada una de ellas se afrontan problemas sobre los que habitualmente se suele pasar de puntillas en las monografías al uso por la dificultad para llegar a planteamientos razonables de articulación temática. Los temas mencionados se centran en tomo a la elucidación de las tres entidades características de la ciencia: conceptos (cap. 4), leyes (caps. 5-7) y teorías (caps. 8-13).

    Los tres primeros capítulos tienen un carácter introductorio. En el primero se pretende caracterizar la filosofía de la ciencia, su naturaleza y función. Los autores fijan claramente su posición. Comienzan distinguiendo diferentes saberes que motivan una jerarquía de teorizaciones posibles. Así, en un primer orden, la teorización científica se ocupa del mundo, de la ampliación constante de la base experiencial y de articular teorías conducentes a ese fin; otras teorizaciones analizan estas teorizaciones de primer orden. La teorización filosófica se ocupa por ejemplo de analizar la relación entre la base y las teorías propuestas, a fin de determinar qué parte de la base es susceptible de ser explicada por cierta teoría o qué teorías están mejor apoyadas o confirmadas por determinada base experimental. De este modo, la filosofía de la ciencia queda caracterizada como una teorización de segundo orden.

    La posición anterior, sin embargo, no puede identificarse sin más con el análisis sintáctico del lenguaje de la ciencia de ascendencia carnapiana, debido a un doble motivo: en primer lugar, porque el "lenguaje" de la ciencia no se interpreta ya en el sentido restrictivo de la época estándar y, en segundo lugar, vinculado al anterior, porque la aproximación filosófica de la ciencia abarca un elenco más amplio de problemas, abriendo el foco de su aplicación también a cuestiones sustantivas de otros dominios disciplinarios. De ahí las dificultades de sostener una rigurosa perspectiva jerárquica de las teorizaciones que pretenda operar como criterio de compartimentación disciplinar para la filosofía. El desarrollo de la filosofía de la ciencia en las últimas décadas ha mostrado el carácter más regulatorio que efectivo de ese criterio jerárquico. Y aunque FFC asume la perspectiva jerárquica, deja abierta la posibilidad de la discusión de cuestiones sustantivas en interconexión con aportaciones provenientes de otras aproximaciones al estudio de la ciencia. Este expediente tiene un profundo alcance para nuestra actual concepción de la filosofía y su tarea de elucidación conceptual tiene que ser seguramente moldeada y actualizada por nuevas cualificaciones. Aun así, los autores no abordan en el breve capítulo introductorio los retos derivados de esas cualificaciones: los dimanantes por ejemplo de una perspectiva naturalista de los problemas filosóficos, de los intentos de justificación pragmática de las explicaciones filosóficas, etcétera.

    La reflexión anterior es oportuna porque los propios autores introducen el objeto de estudio, la ciencia, en una doble vertiente: como práctica operatoria y como el resultado teórico de esa práctica. La atención a los aspectos vinculados a la práctica permite analizar aspectos de la ciencia que de otra manera permanecerían opacos. Pero, como adecuadamente señalan, un enfoque exclusivamente descriptivo de la actividad científica, de sus prácticas y reglas, sin complementario con un análisis epistemológico, conduciría a la mera constatación de la existencia de múltiples prácticas científicas carentes de unidad identitaria.

    Una dificultad similar acecha también a la otra vertiente de la consideración de la ciencia como saber: la derivada de la constatación de la pluralidad de ciencias existentes. FFC distingue entre una filosofía general de la ciencia y las filosofías regionales de la ciencia. Aquélla concierne a aspectos generales de la ciencia; las filosofías regionales a aspectos de las disciplinas científicas particulares. Como en la vertiente anterior, si bien ciertos problemas específicos sólo pueden explorarse desde la filosofía regional correspondiente, otros son comunes y pueden abordarse desde la filosofía general de la ciencia --y ésta es la perspectiva privilegiada en el libro. La ciencia es también objeto de estudio por otras perspectivas, además del análisis filosófico. El examen de las relaciones de ese análisis con las otras perspectivas (historia, sociología o psicología de la ciencia) contribuye a fijar más nítidamente la naturaleza...

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