Un pony refinado

AutorAlberto Bortoni

Ford renovó al Mustang con cambios sutiles que lo hacen ver más refinado tanto por fuera como por dentro y, además, le cambió la transmisión automática.

Primero que nada hay que decir que un Mustang debe, o más bien debía, tener una transmisión manual. Es la forma más divertida de conducir; quizá no la más cómoda, quizá ya no la más eficiente; y tampoco la más rápida. Esas características serán ahora de la versión automática.

Y esta es el cambio más notorio del nuevo Mustang. En lugar de la transmisión automática de seis velocidades Ford dio un brinco y puso 10 relaciones. Éste es un gran salto que se nota en su manejo.

Con 10 velocidades Ford pudo compactar las relaciones y se siente.

Acelerando desde cero se sienten cambios rápidamente y las revoluciones no se mueven mucho. Siendo un auto estadounidense, la calibración está puesta para reducir el consumo, así que la transmisión busca la relación más alta posible. En la modalidad Sport, la cosa mejora de forma importante y siempre se tiene la opción de controles manuales con las paletas tras el volante.

Pero 10 velocidades tienen también un inconveniente y es que para bajar de relación se requiere pensar con más detenimiento y cálculos más complejos. Normalmente en un auto americano bajar uno o dos cambios para tomar una curva son suficientes para llevar al motor a un nivel apropiado de revoluciones; en el Mustang no pasa eso: cuando se circula a bajas velocidades y se quiere llegar a la parte divertida del motor, hay que cambiar cuatro o cinco relaciones.

Pero todas las quejas que podría tener de la transmisión son cosas menores para la sensación que provee. Esto es lo más cercano a una CVT sin sufrirla.

El motor también tiene cambios dignos de mención y es que Ford ahora mezcló la inyección directa con la indirecta. Según ellos, mejora el torque a bajas revoluciones. La realidad es que, si bien mantiene el torque abajo como todo un Mustang, el 5.0 revoluciona con gran soltura y hacia la línea roja con...

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