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De Política y Cosas Peores/ Tradición Cristera

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Vincent
AutorCatón

El chiste que narraré a continuación hizo aumentar tres puntos la tasa de indecencia en el Hemisferio Occidental. Las personas de moral estricta no deberían ni siquiera pasar los ojos por los renglones que ahora siguen... En Australia tiene lugar este relato. Maorito, un niño de tres años, fue llevado por su papás a un día de campo. Inadvertido, el pequeñuelo se internó en el monte, y cuando sus padres lo buscaron no lo pudieron ya encontrar. Vecinos y cuerpos de rescate peinaron la zona, y ella quedó muy agradecida por ese tratamiento estético, pero la criatura no apareció. Sucedió -como en los cuentos de Kipling- que una jauría de dingos, perros salvajes, adoptó al indefenso cachorro humano. Lo llevaron con ellos a su cubil, y una perra de gran instinto maternal lo amamantó. Creció, pues, Maorito entre los canes, y fue como uno más entre ellos. Pasaron 20 años. Un buen día Maorito fue atrapado por unos cazadores y restablecido a la civilización. Varios expertos lo sometieron a un tratamiento rehabilitador que le quitó los buenos sentimientos de los perros salvajes y le dio en su lugar los bajos instintos de los hombres (y de las mujeres también, para que no se vayan a sentir las feministas). Fue Maorito a la escuela; cursó estudios en la Universidad; halló un trabajo. Nada lo distinguía ya de los demás. Se casó con una chica que ni siquiera conocía aquel tremendo episodio de su vida. Pasados unos meses de la boda las amigas de la muchacha le preguntaron cómo le iba con su flamante esposo. "-Muy bien -responde ella -. Pero tiene muy poca imaginación en el amor. Nada más quiere hacerlo doggie style"... (¡Qué limitado, Maorito! ¿De qué te sirvió ir a la Universidad?)... No entendí ese cuento, pues desconozco el slang propio de Australia y me fue imposible encontrar en el Webster una adecuada traducción al modismo con que termina ese relato. En él hallé, debo decirlo, una...

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