DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Seguridad jurídica

AutorCatón

Le dijo Rosibel a Susiflor: "Ya supe quién es la mujer con la que me engaña Leovigildo. Es su esposa"... En Canadá un caballo se asomó por la ventana del establo y vio a su jinete yogando sobre el suelo con una linda chica. Dijo el caballo para sí: "Ahora entiendo por qué le llaman 'policía montado'"... No debería yo sacar a luz el chascarrillo que ahora sigue. Es contrario a mis convicciones y principios. (Algunos tengo todavía, pese al paso y el peso de los años, que ponen en el hombre reumas y cinismo). Pero a más de eso el cuento mencionado despide un cierto tufo machista, lo cual es inaguantable. Si lo doy a los tórculos es sólo porque su personaje principal es aquel Capronio que mis cuatro lectores ya conocen, hombre ruin y desconsiderado capaz de las mayores badomías. Por otra parte el relato de esa historia me da pie, siquiera sea uno solo, para hacer una reflexión que de seguro caerá en el pozo sin fondo de la indiferencia general, como todas las que hago. ¿Alguna vez ha escuchado la República mis orientaciones? ¡Nunca! Los mandatarios de las naciones poderosas, empezando por el señor Obama, ¿se han dejado guiar por mis consejos? ¡Jamás! Eso no me arredra, sin embargo, y sigo mi camino sin volver nunca la vista hacia atrás, salvo para mirar el ondulante antifonario de alguna mujer guapa, lo cual no es lúbrico acoso, como se considera en estos pacatos tiempos que vivimos, de corrección política, sino férvido homenaje de varón a la belleza femenina. Pero advierto que ando ya en los cerros de Úbeda, y he alargado mucho la prefación o introito de la historia. Voy a ella... Capronio le dijo al padre Arsilio: "Tengo muchos deseos de comer carne, señor cura; pero hoy es día de ayuno y abstinencia". Respondió el bondadoso sacerdote: "A tu edad ni la abstinencia ni el ayuno obligan ya. Eso sí, la Santa Madre Iglesia te pide que si este día comes carne, mañana hagas tres cosas: un sacrificio, un acto de piedad y una obra de misericordia". "En ese caso -alegó el tal Capronio- ya pagué por adelantado". "¿Por qué?" -preguntó con extrañeza don Arsilio. "Mire usted, padre -respondió el bellaco-. Anoche mi esposa me...

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