DE POLITICA Y COSAS PEORES / Rubén Aguirre

AutorCatón

En el pequeño teatro de Radio Concierto, la estación cultural de mi familia, hice pintar un mural en donde están los personajes que han dado fama internacional a mi ciudad, Saltillo. Ahí Manuel Acuña, claro. Ahí don Artemio de Valle Arizpe y Julio Torri, uno de pluma antigua, de pluma modernísima el otro. Ahí Carlos Pereyra, historiador del mundo hispánico que en su propia tierra sufre el injusto agravio del olvido. Ahí Felipe Valdés Leal, compositor a quien debemos la tristeza de Tú, Sólo Tú y la alegría de Échale un Cinco al Piano. Ahí don Fernando Soler, actor de fina elegancia y fina gracia. Ahí Armillita, el torero más sabio de la torería, en el momento de hacer la suerte que inventó, la saltillera. Y ahí Rubén Aguirre, mi primo queridísimo. Llega la gente a ver ese mural que Gerardo Valdés pintó para nosotros, y quizá no reconoce a nadie de los ahí pintados, pero al Profesor Jirafales lo reconocen todos, desde los más niños hasta los más ancianos. En mis viajes por los países de América Latina yo era poco menos que nadie, pero cuando decía que era primo del Profesor Jirafales me convertía en poco más que todo. Su padre y mi mamá eran hermanos. Tenían el genio y el ingenio de la familia Aguirre. Papá José María, nuestro abuelo, era hombre silencioso, taciturno. Salieron él y mamá Lata, su mujer, de Saltillo una mañana, en un expresito tirado por un viejo caballo. Iban con rumbo a Patos, o sea la villa de General Cepeda. Al salir de la ciudad papá Chema detuvo el expresito, bajó de él y cortó unas hierbas que estaban a la orilla del camino. "¿Para qué son esas hierbas, José María?" -le preguntó su esposa. No respondió él. Siguieron el camino, él en silencio, en silencio también por tanto ella. Cuando llegaron a Patos caía ya la tarde. Papá Chema la ayudó a bajar, y al hacerlo le dijo: "Pa'l caldo". "¿Qué dices?" -preguntó mamá Lata sin entender. Se enojó él: "¿Pos no me estás preguntando pa' qué son estas hierbas?" Casi 12 horas habían mediado entre la pregunta y la respuesta. He dicho de mi abuela, que daba un sabio consejo a sus hijos varones: "La mujer por lo que valga, no por la nalga", y que a sus hijas les decía: "Antes de casarse abran muy bien los ojos. Después ciérrenlos un poquito". Mi tío Rubén...

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