DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Reglas básicas

AutorCatón

El alcalde del pueblo fue al convento. Le dijo a la madre superiora: "Vengo a invitar a sus monjas a las fiestas patronales". Inquirió la reverenda, suspicaz: "¿Pa' tronales qué?"... El gato a la gatita: "¡Sería capaz de morir por ti!" La gatita al gato: "¿Cuántas veces?"... Babalucas encontró un buen asiento en el avión, con excelente vista. Apenas lo había ocupado llegó un hombre y le dijo: "Ése es mi asiento". Contestó el badulaque: "No me importa. De aquí no me muevo". "Le digo que ése es mi asiento -insistió el otro-. Soy el piloto"... Se llamaba Epítome. Epítome Cuadrado. Todos, sin embargo, le decían don Pito. A él eso lo desazonaba mucho, pues sus compañeros de oficina le hacían bromas que ni siquiera entendía. Le decía uno: "Don Pito: agarre usted su lugar", y todos soltaban la risa. Otro lo invitaba con exagerada cortesía: "Don Pito, siéntese por favor", y el personal entero, incluidas las secretarias, rompía en estrepitosas carcajadas. Don Epítome era poco dado a chocarrerías, y no se explicaba el motivo de tales algazaras. Esbozaba un gesto que quería ser sonrisa, pero que era en verdad un lamentable rictus. ¡Ah, si don Epítome hubiese conocido el Rigoletto de Verdi les habría cantado a sus atormentadores aquello de "Cortigiani, vil razza dannata"! Por desgracia sus conocimientos musicales se limitaban a La Varsoviana y al vals Ojos de Juventud. En un solo lugar hallaba el señor Cuadrado consuelo a sus pesares: en la casa de su amiga la señorita Solicia Sinpitier. Ella no le decía Pito, sino don Epítome, pese a que él la llamaba con el hipocorístico Lichita. La visitaba todos los jueves, de 5 a 7 de la tarde. Los dos bebían una copita de vermú y entretenían el tiempo que duraba la visita en honestas conversaciones y escuchando discos del doctor Ortiz Tirado. A veces él le proponía adivinanzas que la señorita Sinpitier nunca podía descifrar. Le decía, por ejemplo, aquella de "Agua pasa por mi casa...", y respondía ella: "¡El elefante!" O le recitaba: "Lana sube, lana baja", y volvía ella a contestar: "¡El elefante!" Una tarde, luego de que las bromas en la...

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