De política y cosas peores / Recién casados

AutorCatón

"¿Cuántas de ustedes engañaron a su marido?" Eso les preguntó San Pedro a las 40 señoras que llegaron al mismo tiempo al Cielo después de pasar a mejor vida al volcar el autobús que las traía de regreso de Las Vegas. Todas levantaron la mano, menos una. Dictaminó el portero celestial: "Irán todas al purgatorio a expiar su culpa, menos ésta. Ella podrá quedarse aquí". A coro protestaron las mujeres: "¿La dejarás entrar al Cielo sólo porque es completamente sorda?"... Aquel señor era tan viejo, pero tan viejo, que cuando dejaba escapar un aire le salía polvito por atrás... Una aspirante a actriz de Hollywood decía con enojo: "Dos años estudiando teatro y ¿de qué me ha servido? ¡Todavía no me he acostado con ningún productor!"... En la revisión del aeropuerto el personal de vigilancia halló en el maletín de un viajero algunos gramos de mariguana. Explicó el tipo: "Esa sustancia está clasificada como droga recreativa. Llevo conmigo la cantidad permitida por la ley para mi consumo personal". Al señor que venía en seguida, maduro caballero, le encontraron una buena cantidad de Viagra. Declaró él tímidamente: "Es mi droga recreativa"... Babalucas fue al cine con un amigo. La película que se exhibía era porno, se llamaba Colegialas calientes. En la mismísima primera escena apareció un sujeto besando el cuerpo desnudo de una voluptuosa chica. Primeramente la besó en el cuello, luego en los hombros, después en el busto, a continuación en el ombligo y por último más al sur. Comentó Babalucas, despectivo: "¡El pendejo ni siquiera sabe dónde se besa a una mujer!"... Un individuo le comentó a su amigo: "Sospecho que mi mujer se está acostando con otros". Preguntó el amigo: "¿Por qué piensas eso?" Explicó el sujeto: "Cuando quiero tener sexo con ella debo hacer reservación"... Los recién casados llegaron al hotel donde pasarían la noche de bodas. A fin de dar tiempo a su flamante mujercita para que se dispusiera al himeneo el anheloso novio fue al lobby bar a tomarse una copa. Cuando regresó a la habitación, ¿qué vio? A su dulcinea en los torosos brazos del botones que les había llevado el equipaje al cuarto. Creyó morir el desdichado joven al contemplar aquello, sobre todo porque en los zarandeos...

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