De política y cosas peores / Plaza de almas

Cuando aquella señora supo que su marido la engañaba sintió el temor de perderlo para siempre. Se preguntó, angustiada: "¿Qué voy a hacer sin él?" De inmediato le vinieron a la mente mil cosas que podía hacer sin él, y eso la tranquilizó. Ya había albergado algunas sospechas acerca de la infidelidad de su consorte, pero las desechó. Las sospechas, sin embargo, son capaces de filtrarse por las paredes cuando quieren ser albergadas, y la mujer terminó por acogerlas. Tuvo entonces el impulso de decirle al infiel la consabida frase: "Lo sé todo". La frenó el temor de que él le hiciera alguna pregunta sobre futbol, deporte acerca del cual su esposo sabía mucho y ella nada. De seguro no sabría la respuesta, y entonces él le diría con su acostumbrada sonrisilla burlona: "¿Ya ves? No lo sabes todo". Eso la iba a avergonzar. La acometió la insana tentación de perdonarlo, pero la resistió valientemente. Además no sabía perdonar: el hombre, quizá previendo lo que iba a suceder, le había regalado por su cumpleaños, en vez del bolso de piel que ella esperaba, el libro Ama y perdona, y era fecha que aún no se lo perdonaba. Tomó, pues, una enérgica determinación: se vengaría. Si el infame le había puesto el cuerno ella se lo pondría también. Recordó aquello de que la venganza es dulce y decidió probar esa golosina. Muchas veces, incluso antes de conocer los devaneos de su cónyuge, se había preguntado a qué sabría el adulterio. Con frecuencia echaba a volar la fantasía al hacer el amor con él. Se imaginaba en brazos de otro hombre, generalmente alguno de los novios que había tenido. Entonces debía hacer un gran esfuerzo para no gritar: "¡Así, Armando mío!" o: "¡Más aprisa, Sergio!", nombres los dos más eufónicos y sonorosos que el de su marido, que se llamaba Juan. Tan pronto concibió la idea de la venganza empezó a ponerla en práctica. Esa misma noche ella y su esposo salieron con una pareja amiga. Después de la primera copa ella le hizo un disimulado guiño al hombre ajeno. Preguntó él: "¿Le cayó algo en el ojo, comadrita?" Y siguió hablando de futbol con su marido. Días después, en el centro comercial, la adúltera en proyecto dirigió una mirada de mujer fatal a un guapo joven. Al...

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