DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

El suceso que este día voy a relatar podría llamarse "Historia de un adulterio, o casi". Me pregunto si los adulterios no consumados pueden recibir tal nombre. En términos de Biblia, sí: "De cierto os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón". Vistas las cosas desde ese ángulo todos los varones que tenemos el alma en su almario hemos sido adúlteros cardíacos. En el caso del adulterio real, contrariamente, el marido es casi siempre el último en saber que su mujer lo engaña. La esposa, en cambio, descubre la infidelidad de su consorte aun antes de que él le sea infiel. La mujer, se dice, tiene un sexto sentido. Yo pienso que el día de su boda le aparecen un séptimo, un octavo y un noveno sentidos, y más después, conforme pasa el tiempo. Aquellos ojos ensoñadores de la novia se vuelven tras el casorio ojos de lince o águila. A un señor le preguntó alguien: "¿Conoces las máquinas detectoras de mentiras?" "¿Que si las conozco? -replicó él con hosquedad-. ¡Estoy casado con una!" Nada se les escapa a las esposas, ni aun lo inexistente. Si el marido no trae cabellos femeninos en la solapa, su señora sospechará que tiene relaciones con una mujer calva. Abramos ahora un paréntesis y hagamos una lista de los más grandes detectives que en el mundo han sido. Pondríamos primero a Sherlock Holmes, desde luego, paradigma de todos los investigadores privados. Luego vendrían Hercule Poirot, Miss Marple, el Padre Brown, el Inspector Maigret, Lew Archer, Ellery Queen, Sam Spade, Dupin, Philip Marlowe, Charlie Chan, hasta llegar a Nero Wolfe, Columbo, Perry Mason y otros sabuesos más actuales. Pues bien: todos ellos juntos no poseen el olfato que una mujer casada tiene para pescar a su marido en un mal paso. Esto que digo no es advertencia: es sólo introducción al tema. Y a las variaciones. Me sirve de umbral para contar la historia de un cierto amigo mío a quien le sucedió un acontecimiento lamentable. Tenía pocos años de casado, y un día se le ocurrió irse de picos pardos con tres o cuatro compañeros de oficina...

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