DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

"Mi familia es muy pequeña, doctor. No somos más que mi madrecita; una hermana que a la fecha guarda estado honesto, pues no es casada; otro hermano y yo, los dos casados. Perdone que le quite un poco de su tiempo, doctor, pero es que quiero que se dé cuenta de dónde viene mi enfermedad. Como le decía, tengo un hermano casado, y precisamente el origen de mi padecimiento lo atribuyo a dificultades que hemos tenido con su esposa, o sea mi cuñada. No está usted para saberlo, pero es una mujer un poco rara. Su manera de andar es indecente; su forma de vestir exagerada. Ya cuando se casó con mi hermano habían tomado vísperas, como decimos vulgarmente, usted me entiende. Aunque nos cayó un poco mal esto ya lo habíamos olvidado: somos de carne y hueso, y además no será la primera y la última que lo haga. Lo que sí tratábamos de mejorar era su manera de vestir. Con ese objeto mi esposa y yo, de acuerdo con mi madrecita, le regalamos un vestido un poco más larguito, más recatadito que los que ella usa. Pasaron dos, tres meses, y como no vimos que lo usara, mi esposa le preguntó: '¿Qué tal te quedó el vestido?'. Ella, sin andarse con rodeos, le contestó que como era de moda pasada se lo había regalado a su mamá, y eso porque ya no tenía abuela, pues apenas a ella le habría servido. Naturalmente que aquello nos molestó, pero nos aguantamos. Habrían pasado unos tres meses de lo que le he platicado. Tuvimos una fiestecita en la casa, y los invitamos. Cuando llegaron, yo, atendiendo a la regla de educación que dice: 'Primero es dama que peón', me levanté a recibirlos y le dejé mi asiento a la esposa de mi hermano, con tan mala suerte que la silla se quebró, no sé por qué, y mi cuñada fue a dar de nalgas contra el suelo. Ya se imaginará, doctor, lo que siguió. Sin atender nuestras disculpas, creyendo que la cosa había sido intencional, se salió en el acto en forma un tanto tosca, y mi hermano tras ella, sin despedirse de nadie y dejándonos con las palabras en la boca. No queriendo que las cosas llegaran a más fuimos mi esposa y yo a visitarlos, suplicándoles perdonaran lo que había ocurrido. Todo quedó arreglado, por lo menos...

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