De política y cosas peores / Plaza de almas

AutorCatón

"Yo soy una bella joven/ que habita en la soledad./ Abandoné a mi marido/ por seguir mi libertad". La muchacha es alta y es morena. De niña su mamá le decía "la preciosa". Creció en años, y creció también en hermosura. Cuando va al agua o al molino los hombres se le quedan viendo. Ahora está en la casa. Entona con voz queda los versos de la antigua canción que se canta en el Potrero. Los dice mientras riega sus matas: el galán de noche, la pasionaria, el amor de un rato. "Señor: ¿por casualidad/ conoce usté a mi marido?"./ "Señora, no sé quién es./ Deme una seña y le digo". La muchacha está casada con un hombre que le lleva 30 años. Se casó con él porque su madre murió y su padre se fue de la casa. No tenía ni qué comer. Doña Luisa le aconsejó que se fuera a la ciudad. Ahí, le dijo bajando la voz, le sobraría qué hacer. Pero ella tenía miedo de irse del rancho. Por eso se casó: para tener qué comer. ¿Es feliz o desdichada? No lo sabe. Esa pregunta se la hacen nada más los que han leído, y ella no sabe leer. Sus padres nunca la echaron a la escuela; algo le podía pasar, por bonita. Cuando se quedó sola se le vino el mundo encima. Nadie la socorrió. Cambió por comida los animalitos; luego vendió la parcela y el jacal. Se le acabó el dinero, y entonces se casó. Se cambió ella misma por comida. "Mi marido es alto y rubio./ Mal parecido no es./ En el puño de la mano/ tiene un letrero francés". Su esposo no es rubio ni es alto. Es un hombre de tez oscura, achaparrado. Casi no habla. Cuando por las noches la toma lo hace en el mismo silencio con que trabaja en la labor. Siempre que se dirige a ella lo hace para ordenarle algo. "Tráigame agua". "Deme café". Y en la noche: "Quítese todo". Es un hombre. Igual era su padre. "Por las señas que me da/ su marido muerto ha sido./ En la batalla de Puebla/ quedó en el campo tendido". La muchacha ha conocido a un joven. Se llama Fernando, dicen, y es ingeniero, dicen. Vino a levantar un plano del ejido. Es esbelto y es grande, como los pinos de la sierra. Las mujeres del rancho bajan la vista al verlo, pero lo han visto bien. Inventaron una frase grosera que repiten en voz baja y entre risas cuando...

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