DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

Después de muchos rezos y abundantes rogativas el milagro que esperaba doña Chola se le concedió: su marido chupó Faros, colgó los tenis, se fue de minero. Quiero decir que se murió. Ella le había pedido secretamente a San Miguel que traspasara a su esposo con su espada; a Santa Bárbara Doncella que fulminara sobre él una centella; a San Cristóbal que lo ahogara entre sus membrudos brazos; a San Jorge que le diera una lanzada mortal, como al dragón. No supo cuál de esos santos le hizo el milagrito, pero finalmente se vio libre de aquel mal hombre que la importunaba de continuo con sus necedades tanto de día como por la noche y la trataba peor que si fuera su esclava o su sirvienta. Murió por fin el individuo, dije, después de sufrir durante largo tiempo un mal de empacho. El difunto -"el finadito", decía la gente- fue velado en su casa, pues eran ésos los pasados tiempos en que todos nacían, crecían y morían en su casa, no como ahora, que las personas nacen en el hospital, crecen aquí, allá y acullá, y mueren también en el hospital, generalmente antes de tiempo. Los vecinos sacaron los muebles de la sala y colocaron sillas pegadas a las paredes, frente a la parafernalia traída por la empresa de pompas fúnebres, poco pomposas por los escasos elementos de decoración: unos raídos cortinajes de terciopelo rojo ya sin pelaje; cuatro módicos cirios de medio uso, y un crucifijo de sospechoso metal manchado de óxido. Ahí quedó el difunto en el cajón, serio serio, tendido cuan largo era, y más aún. Comenzaron a llegar los dolientes, y bien pronto la casa se llenó de pésame mucho, como si fuera esa noche la última vez. Las señoras se iban a los rezos; los hombres a la cocina en busca del café "con tripas", recia añadidura de ardiente aguardiente o de algún marrascapache o chínguere del peor. Terminadas sus oraciones callaban las mujeres, y se escuchaba sólo el rumor apagado de su plática. Cuando un nuevo doliente entraba en la sala rompían todas en lamentos congojosos, como si hubiera muerto tendido -en verdad lo había-, y regresaban luego a su animada...

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