De política y cosas peores / Plaza de almas

Esta historia sucedió, pero igual pudo no haber sucedido. O no sucedió, pero igual pudo haber sucedido. Todo empezó con una coincidencia. "Coincidencia" es otro de los nombres que recibe el azar, y el azar determina muchas historias. Es el único determinismo que hay. Es la verdadera fatalidad. Sucedió que en cierta ciudad una chica soltera de buena sociedad quedó embarazada. Eso era muy mal visto. La que incurría en tamaño desacato a las reglas del buen trato social era excluida de ese trato. Sus padres se avergonzaban de ella; sus hermanos la repudiaban; sus familiares y amistades le retiraban la familiaridad y la amistad. Ya no podía ir a misa, y menos aún comulgar. Se le condenaba a un ostracismo permanente. Se volvía invisible. Por eso cuando una chica así iba a tener un niño sin estar casada, una de dos: o se le casaba apresuradamente o se le escondía hasta que tuviera al niño. Luego se ocultaba al niño, o se le hacía pasar como nacido de la mamá de la muchacha. Muchas niñas bien tenían como hermanito menor a su hijo, y muchos hijos tenían como mamá a su abuela. Eso se explicaba diciendo que en la familia había habido un santanazo. Se aludía a Santa Ana que dio a luz a la Virgen ya en la edad madura. En el caso que digo la coincidencia consistió en que por esos días una criadita joven y bonita llegó a servir en la casa de la chica que se embarazó. La embarazada fue enviada a la Ciudad de México con una tía que accedió a hacerse cargo de ella "mientras salía de su apuro". A quienes tenían relación con la familia se les dijo que había ido a estudiar en un colegio americano. A la criadita se le ofreció dinero a cambio de hacerse pasar como la futura madre. La señora de la casa le hacía rellenos que iban aumentando en tamaño según transcurría la supuesta preñez. No era vergüenza que una muchacha pobre tuviera un hijo sin estar casada. Eso se consideraba cosa natural, casi obligada. "Ya ves cómo son ellos. La tenemos aquí por caridad; pobrecilla, la corrieron de su casa y no tiene a dónde ir". "¡Qué buena eres!" "Ni lo digas; somos una familia cristiana"...

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