DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

"No hay un solo milímetro de tu cuerpo que no haya tocado yo con mis labios o mi lengua". Ella meneaba la cabeza en simulado gesto de reproche y me decía: "¡Ay, Gustavitoa! ¡Quién te viera!" Eso de Gustavitoa era porque me llamo Gustavo Adolfo. Mi padre le recitaba a mi mamá aquello de "Volverán las oscuras golondrinas", y en recuerdo de Bécquer me pusieron ese nombre. Cosas de ellos. Lo de "¡Quién te viera!" se debía a que siempre he tenido aspecto de persona seria, incapaz de locuras de erotismo, y yo con Ana Lilia me volvía loco. La recorría toda con mis manos y mi boca; me la bebía entera; la comulgaba apasionadamente. Ella se abandonaba a mis caricias y me dejaba hacer lo que quisiera. Ninguna audacia mía conoció un "no" suyo. Si fuera yo más literario te diría que planté mis banderas de amor hasta en sus más escondidos territorios. Eso lo saqué de unos versos que intenté escribir para ella, pero no me salieron bien y los rompí. Porque has de saber que le escribía versos. Imagínate: yo, contador público y auditor, haciendo versos. A lo mejor me vas a decir también: "¡Ay, Gustavitoa! ¡Quién te viera!" Desde la primera noche de casados la cubrí toda de besos. Se entregó a mí sin reticencias, y eso que era señorita. En aquel tiempo -¿sabes?- no se acostumbraban las anticipaciones. Mi vida de casado fue feliz. Por la mañana y por la tarde mi esposa era mi esposa, pero en la noche era mi amante. Y mi locura era su locura. Ella también me comulgaba a mí, si me permites esa ambigüedad retórica que me libra de tener que expresar lo que no debo. Ganas me daban de decirle a veces: "¡Ay, Ana Lilia! ¡Quién te viera!" No se lo decía para que luego no fuera a contenerse. Así vivimos cinco años. Cinco nada más, figúrate. Ni siquiera los diez que Amado Nervo disfrutó a su musa. Él tuvo mejor suerte que yo. Un día Ana Lilia empezó a sentirse mal. Tenía dolores en todo el cuerpo. Se acabaron las noches buenas y empezaron los malos días. Vimos a un médico, y a otro, y a otro. Con los análisis de laboratorio que le hicieron habríamos podido llenar el baúl grande que le dio su abuela como regalo de bodas. Nunca supimos cuál fue su enfermedad. "Es un virus"...

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