DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Peregrinos

AutorCatón

"Papi -preguntó el niño-. ¿Qué diferencia hay entre cortesía y tacto?" "Te lo diré -respondió el señor-. En el club de tenis entré por equivocación en el baño de vapor de las señoras. Una de ellas estaba ahí sin ropa, y quedó espantada al verme. Yo me quité los lentes, hice como que los limpiaba y dije: 'Disculpe usted, caballero'. Y salí. Pues bien: haberle dicho: 'Disculpe usted', es cortesía, y haberle dicho 'caballero' es tacto"... Aquel día Pepito se portó más mal que de costumbre. La maestra le envió un recado a su papá pidiéndole que lo reprendiera por su conducta. El señor llamó a su travieso hijo y le manifestó, severo: "Recibí un recadito de tu maestra". "¡Fantástico, papi! -se alegró Pepito-. ¡Te prometo que no le diré nada a mi mamá!"... Otro de Pepito. Su padre le dijo: "Desde que naciste no me has dado ningún placer, ninguna satisfacción". Replicó el precoz chiquillo: "¿Pero qué tal nueve meses antes de nacer?"... El pueblo norteamericano es muy extraño. Tan extraño como los demás pueblos del mundo. Los pueblos se forman con hombres, y los hombres son extrañas criaturas. Unos asumen esa extraña conducta que es el bien; otros adoptan esa costumbre aún más extraña que es el mal. Algunos norteamericanos buenos -científicos; ecologistas; biólogos- salvaron al halcón peregrino de la extinción definitiva. Quedaban 20 parejas de esa ave. Después de varios años de intensos cuidados hay un número de halcones suficiente para asegurar la supervivencia de la especie. Algunos norteamericanos malos -policías brutales; fanáticos de la raza blanca; torpes rednecks- persiguen a otros peregrinos, y bien quisieran acabar con ellos. Muchos de esos peregrinos son migrantes mexicanos, objeto de discriminación y malos tratos cuya injusticia clama al cielo. ¿No podrían los norteamericanos buenos proteger a esos peregrinos, aunque no sean halcones? Y va de cuento. Donald Trump coincidió en una cena con sir Frozennuts, famoso explorador polar. Relató el audaz aventurero: "Mis hombres y yo estuvimos dos años en el Polo Norte. En todo ese tiempo no vimos nunca una mujer"...

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