DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Nueva estrategia

AutorCatón

"Quiero matar a mi marido. Véndame una buena cantidad de arsénico". El farmacéutico escuchó espantado aquella petición que una mujer le hizo en el mostrador. "¡Señora! -le dijo estupefacto-. ¡Por ningún motivo puedo yo venderle ese veneno, y menos para el criminal propósito que manifiesta!" Sin responder palabra la señora sacó una fotografía de su bolso y se la entregó al droguero. La foto mostraba al marido de la mujer refocilándose en una cama de hotel con la esposa del farmacéutico. "Perdóneme, señora -se disculpó el de la farmacia-. Voy por el arsénico. No sabía que traía usted la receta"... ¡Hoy! Sí, hoy aparece aquí el relato que en días pasados anuncié, y que lleva por título "Pipí". Travieso es dicho cuento, y picaresco, mas hay en él una cierta aura de ternura que me seduce mucho. Claro: yo con facilidad soy seducido. Infinitas gracias doy al Cielo de no haber sido mujer, pues a estas alturas andaría por las calles recordando un centenar de hombres y arrastrando una veintena de hijos. Tantas letras tiene un no como un sí, pero decir "no" se me dificulta mucho más que decir, por ejemplo, triscaidecafobia. Así se llama el temor supersticioso al número 13. Cosas que a nadie llaman la atención a mí me encantan: la palabra "lapislázuli"; el algodón de azúcar; esa canción de Lara, Tus Pestañas, desconocida casi; el cuadro de Van Gogh -sacado de otro de Millet- donde aparece un campesino que puesto de rodillas en el suelo abre los brazos e incita a su hijo pequeñito a que vaya hacia él, dejando el regazo maternal, para dar sus primeros pasos en la vida. A la manera del poeta de Jerez, yo tampoco sé por qué encantan las hembras y las rosas. Quizá por eso vivo en un perpetuo y feliz encantamiento. No soy un mentecato, si me es permitida esa jactancia. Estoy consciente de que hay en el mundo, y en mi mundo, sombrías realidades. Me enfrento virilmente -toda proporción guardada- a aquéllas contra las cuales algo puedo hacer. Las otras, las que escapan a mi control, las sufro con paciencia, y opongo a ellas la enseñanza del estoicismo: "Si tu mal tiene remedio, ¿para qué te preocupas? Y si no lo tiene ¿para qué te...

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