DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Maniobra ilegal

AutorCatón

Este hombre llamado Capronio es majadero y ruin. Hace unos días acudió a la consulta del doctor Duerf, psiquiatra, y le narró un extraño suceso que la noche anterior le había acontecido. "Una mujer desnuda se me ofreció -le dijo-. Vino hacia mí con los brazos tendidos, lasciva y lujuriosa, y en vez de hacerle el amor salí corriendo de la habitación lleno de susto, con los cabellos erizados en la nuca y la frente bañada en sudor frío". El doctor Duerf apoyó el mentón en la mano derecha, actitud que le permitía elevar en un 30 por ciento el monto de sus honorarios, y luego le preguntó al paciente: "¿A qué cree usted que se haya debido esa extraña reacción?". "No lo sé, doctor -respondió el tal Capronio-. Posiblemente se debió a que la mujer era mi esposa". (Lo dicho: el infame individuo mencionado no tiene vergüenza)... En la juventud fui actor. Eso explica mi tendencia a lo melodramático. Llevo la herencia de los viejos actores de mi ciudad, Saltillo, grandilocuentes y declamatorios a la manera de don Fernando Díaz de Mendoza, quien siendo grande de España (era marqués de San Mamés, dicho sea sin intención segunda), se dedicó al teatro. Entre los histriones saltillenses brilló con luz muy propia Benito Goribar. Actuó a fines del antepasado siglo en el Teatro Acuña, construido todo de madera, incluso el mecanismo del exactísimo reloj que lucía en la fachada. El gran Goribar, magnílocuo y altitonante, al representar su papel en los culebrones de la época no decía sencillamente "santo": decía "sánoto". Tampoco pronunciaba "muerta", sino "muéreta". En cierta ocasión compartió créditos con una actriz a la que le faltaba un ojo. En la escena final ella caía exánime en sus brazos. Y clamó don Benito con desesperación: "Dios sánoto! ¡Está muéreta!". "¡No! -lo contradijo un incivil sujeto desde la gayola-. ¡Está tuéreta!". Todo lo anteriormente relatado me ayuda a disipar la inquietud que siento de sonar melodramático...

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