DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / ¡Libertad!

AutorCatón

Una suripanta, furcia, maturranga, calientacamas, pendona o meretriz, también llamada sexoservidora, abordó en la calle a un sujeto y le dijo: "Te ofrezco un rato de buen sexo". Contestó el individuo: "Me interesa, pero sólo si lo haces como mi esposa". Preguntó la mujer: "¿Cómo lo hace tu esposa?" Respondió el tipo: "Gratis"... Uglilia, muchacha bastante fea, viajó a Australia, pues oyó decir que allá había muchos más hombres que mujeres. En su primera noche fue a un bar de solteros e invitó a uno a ir con ella a su cuarto del hotel. El individuo la vio de arriba abajo y en seguida le dijo, despectivo: "Preferiría hacerlo con un canguro". Uglilia no desesperó: les hizo la misma invitación a tres o cuatro tipos más. Todos le dijeron lo mismo que el primero: "Preferiría hacerlo con un canguro". Finalmente Uglilia invitó a un hombre de edad más que madura que bebía su cerveza, solitario, en el extremo de la barra. "Vamos" -aceptó de inmediato el veterano. "Eres un caballero -le agradeció Uglilia-. Todos los demás me dijeron que preferirían hacerlo con un canguro". Repuso el otro con tristeza: "No es que yo sea un caballero. Lo que sucede es que a mi edad ya me resulta muy difícil pescarme un canguro"... Don Abundio declara, terminante: "Los fantasmas no existen". Y en seguida añade: "Pero de que los hay, los hay". A mí nunca se me ha aparecido algún fantasma, excepción hecha de los que llevo dentro. En estos días, sin embargo, he visto rondar por aquí -quiero decir por México- un espectro que yo pensaba se había extinguido ya: el estatismo. Con motivo del debate de los candidatos a la Presidencia escuché voces airadas que le reprocharon a la Secretaría de Gobernación no haber obligado a las televisoras a transmitirlo en tal o cual canal, y aun en cadena nacional, de modo que los mexicanos, privados de opciones de programación, quedáramos también encadenados y tuviéramos que ver por fuerza ese debate o apagar, si no, el televisor. Curiosamente algunas de esas voces son las mismas que en tiempo reciente han condenado a algunos gobiernos autoritarios sudamericanos por sus excesos intervencionistas en la prensa, la televisión o la radio, abusos que -dijeron en su momento tales voces- atentan contra la sacra libertad de los medios de comunicación. Seamos cuidadosos. Si favorecemos una actitud intervencionista del Estado en cualquier aspecto...

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