De política y cosas peores / Investigador designado

Firulito era un adolescente típico. Incurro en equivocación: no existe un adolescente típico. Todos son diferentes: un mundo cada quien, o varios. Lo vi en mis hijos; lo veo ahora en mis nietos. Una cosa en común tienen, eso sí, todos los adolescentes: nos desesperan. La Biblia omite el dato, pero cuando Yahvé le ordenó a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac, el patriarca le pidió: "Caray, Señor; por lo menos espera a que sea adolescente". Por eso pienso que los nietos son el premio que el Señor nos da por no haber asesinado a nuestros hijos cuando eran adolescentes. Advierto, sin embargo, que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Firulito tenía muy preocupada a su mamá, pues el muchacho se veía pálido, ojeroso, laso y escuchimizado. Se encerraba todos los días en su cuarto y echaba llave a la puerta de la habitación. El hecho de que no se escuchara ningún ruido en el aposento inquietó también a la señora, y más cuando cierto día halló bajo el colchón de Firulito numerosos ejemplares de las publicaciones que en seguida se enumeran: Playboy, Penthouse, Hustler, Men Only, Lui, Escort, Razzie y Asian Babes. Todas esas revistas estaban llenas con fotografías de mujeres desnudas, algunas de esas fotos tan explícitas que la publicación, más que erótica o pornográfica, parecía de anatomía ginecológica. Al ver aquello la señora pronunció una frase inédita: "¡Ahora lo comprendo todo!" Y es que supo sin lugar a dudas que su hijo estaba incurriendo en lo que Monseñor Tihamer Toth llamó "el vicio de Onán", que por cierto no es vicio, sino práctica instintiva y natural con que el adolescente se inicia en la sexualidad, y que a nadie debe preocupar si no se abusa de ella y no da origen a indebidos sentimientos de culpa. Tampoco esa práctica es de Onán, pues pese a que la palabra "onanismo" es sinónimo de masturbación la verdad es que ese personaje bíblico no se masturbaba; lo que hacía era derramar su líquido seminal fuera de la mujer que había sido de su hermano, para no engendrar hijos en ella. (Génesis, 38:4-10). Relatos como ése, dicho sea de paso, me llevan a pensar que la Biblia es lectura sólo para personas de criterio amplio. Por eso yo, que no tengo amplio criterio, leo mejor a Shakespeare y Cervantes. Pero otra...

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