De política y cosas peores / Insensata concepción

Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, estaba yogando con mujer casada. En el deliquio del consorcio erótico le demandó: "¡Bésame! ¡Bésame!" "¿Besarte? -se ofendió la pecatriz-. ¡Ah no! ¡Ya le estoy faltando lo suficiente a mi marido!"... Pepito le preguntó a la profesora: "¿Qué aprendí hoy en la escuela?" La maestra se desconcertó. Explicó el chiquillo: "Es que eso me preguntarán mis papás cuando llegue a la casa"... Letrero en la máquina expendedora de condones: "En caso de defecto en la mercancía inserte el bebé en la ranura"... Juan Jacobo es un tipo que me cae muy bien. Hablo de Juan Jacobo Rousseau, no de Juan Jacobo Larios, amigo mío de infancia a quien su padre puso ese sonoroso nombre -no puedo decir que lo bautizó con ese nombre- porque era librepensador. Rousseau me es simpático por la desfachatez con que escribió sus Confesiones, en las cuales hay más confesiones que todas las que puso San Agustín al relatar su vida de pecado, considerablemente más interesante que su vida de virtud. (El diablo es mejor escritor que su competencia). También me gusta Rousseau porque aconsejaba a los profesores permitir el libre desarrollo de las aptitudes naturales de los niños -"Maestros: perded el tiempo"-, en vez de hacerles tragar el cúmulo de sandeces que se enseñan en la escuela y que en la vida no sirven para nada. En una cosa no estoy de acuerdo con el autor de El contrato social. Juan Jacobo niega el derecho de propiedad. Dijo: "Todos los males del mundo comenzaron el día en que un hombre fue lo suficientemente imbécil para decir: 'Esto es mío', y los demás hombres fueron lo suficientemente imbéciles para creérselo". Lejos de mí la temeraria idea de contradecirlo -yo ni siquiera he escrito mis confesiones, y vaya que tengo bastantitas que hacer-, pero según mi punto de vista, basado en las autorizadas opiniones de perros, pájaros y animales en general del bosque y de la selva, la necesidad de apropiarse en forma exclusiva de un territorio está en la naturaleza de los seres vivos, y es parte, como el impulso reproductivo, de su instinto de conservación. Al revés de Rousseau yo diría: "La ruina de un país empezó el nefasto día en que el...

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