De política y cosas peores / Inmovilidad

AutorCatón

Lord Feebledick oyó decir en su club que uno de los socios, lord Cockhound, se jactaba de haber tenido cópula con más de mil mujeres, entre ellas las esposas de numerosos miembros de la antigua nobleza británica. Ese salaz sujeto llevaba siempre consigo un libro de contabilidad en el cual tenía anotados, en orden alfabético, los nombres de las féminas con las cuales se había refocilado, así como las fechas y lugares donde con ellas tuvo cohabitación, más toda suerte de datos relativos al suceso. Como lord Feebledick pertenecía a la nobleza -descendía de Pipino el Breve, circunstancia que con mala intención le recordaba frecuentemente su mujer- sintió el temor de que Cockhound hubiera tenido tratos con su esposa. Lo buscó, pues, en su habitual sillón del salón fumador, y sin más ni más le preguntó: "Dígame, caballero: ¿conoce usted a lady Loosebloomers?" El hombre echó mano a su gran libro y empezó a buscar en las páginas correspondientes a la L: "Loosebloomers... Loosebloomers... Sí, la conozco". "Y dígame: ¿tuvo con ella relación carnal?" Ahora el individuo buscó en la letra R: "Relación carnal... Relación carnal... Sí, tuve con ella relación carnal. Fue en 1935, el 23 de abril, día de San Jorge, patrono de Inglaterra, y el acto tuvo lugar en el invernadero donde el marido de esa dama cultiva rosas de la variedad Victoria". "Yo soy el marido -dijo entonces con acrimonia lord Feebledick-, y debo decirle que estoy muy desilusionado". Ahora Cockhound buscó en la letra D: "Desilusionado... Desilusionado... Sí, leo aquí que yo también quedé bastante desilusionado"... Últimamente las escaleras eléctricas la han tomado conmigo. Mi primer enfrentamiento con ellas fue en el aeropuerto de Guadalajara. Empecé a bajar por una, y a poco me di cuenta de que me había equivocado: la escalera no conducía a la sala que me correspondía. El tramo de descenso era muy largo, y no había escalera eléctrica para subir. Intenté, pues, regresar por la misma escalera que bajaba, y empecé a trepar sus peldaños, pese a la advertencia que a gritos me hizo una mujer policía, en el sentido de que bajara y luego volviera a subir por la escalera fija. No hice caso, y seguí...

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