DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Escobas

AutorCatón

"Yo también hablo de la rosa". De la rosa cualquiera puede hablar. Lo difícil es hablar, por ejemplo, de la escoba. ¿Quién se ocupa de ese humilde objeto? Olvidada está ya la adivinanza que la describía: "Salta que salta por los rincones; tú de puntitas, yo de talones". Nadie pone ya una escoba atrás de la puerta para hacer que se vaya pronto el visitante inoportuno. En los países avanzados -los más de ellos no saben hacia dónde avanzan- la escoba ha casi desaparecido. En un hotel de Miami oí que una camarera le decía a otra: "Voy a vacunar la carpeta". Eso quería decir que iba a pasar la aspiradora ("vacuum cleaner") por la alfombra ("carpet"). Me pregunto si los marinos de los navíos de guerra norteamericanos despliegan todavía una escoba en la cubierta para significar, al regreso de una misión, que la cumplieron felizmente. Doña Macalota llamó por teléfono a la casa de su hija. Contestó Capronio, el yerno, sujeto rudo e incivil. Le dice la señora: "Acabo de chocar". Exclama Capronio con fingida consternación: "¡Qué barbaridad , suegrita! ¿Y quedó muy dañada la escoba?". De varios materiales puede estar hecha una escoba: de palma, taray, retama u otras fibras fuertes, naturales o artificiales. Puede o no tener un mango. Cierto sujeto se propuso buscar esposa. La quería hacendosa, mujer de su casa, que supiera de la escoba y el trapeador. Cuando conocía a una muchacha le tocaba la mano so pretexto de saludarla, pero en verdad para ver si tenía los callos que las labores del hogar suelen dejar en las manos de quienes las realizan. Todas las chicas que conocía tenían las palmas de las manos como nalga de princesa, blandas y suaves, indicio cierto de que sabían de afeites y cosméticos, de faralaes y ringorrangos, pero no del doméstico quehacer. Un día, sin embargo, conoció a una que mostraba callos en las manos. La desposó, seguro de que ésa sí sabía de los afanes del hogar. Pero bien pronto advirtió, desolado, que su flamante esposa no conocía la escoba ni de vista. Le preguntó, mohíno, por qué tenía callos en las manos, si era fodonga, chanfla, chencha, chirota...

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