DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Escépticos

AutorCatón

Dulciflor, hija de familia, muchacha honesta y casta, tuvo la desdicha de prendarse de un tal Pimpo, sujeto de arrabal que solía aprovecharse de sus enamoradas. Le dijo el barbaján: "Si en verdad me quieres deberás ir a todos los departamentos del edificio en que vivo, empezando por el primer piso. Ofrecerás tu cuerpo a cambio de un pago de mil pesos, que me entregarás. Sólo si haces eso creeré en tu amor". Respondió la joven: "¡Por ti daría la vida, cuantimás las éstas!" (De dudoso gusto es esa expresión, sobre todo en labios de doncella). Efectivamente, Dulciflor recorrió todos los departamentos de la primera planta ofreciéndose a la lascivia de los inquilinos. El tal Pimpo, que conservaba un resto de humanidad, se conmovió al ver el sacrificio de la joven. Le dijo: "Con eso es suficiente. Ahora sé que me amas". "¡Ah no! -protestó ella-. ¡Todavía me faltan los otros cuatro pisos!" (Eran cinco)... Hay quienes dicen que el mundo ya se va a acabar. Para hacer ese oscuro vaticinio se basan en ciertos indicios ominosos: el calentamiento global; la caída en el precio del petróleo; el pez diablo con forma de marciano aparecido en las playas de Cuitlatzin. A mí esas señales no me inquietan: he visto otras ebulliciones del planeta, otras debacles petroleras y otros monstruos, como el famoso Chupacabras y algunos ex presidentes. Hoy, sin embargo, se me presenta una evidencia clara del final del mundo: la publicación aquí de la vitanda narración conocida con el nombre de "Sentimiento de una madre". Ese engañoso título oculta uno de los más sicalípticos relatos en la historia de la picardía universal. Recomiendo a mis cuatro lectores evitar la lectura de tan tremenda badomía. En relación con ella sucedió un acontecimiento extraordinario: los tórculos se negaron a imprimirla. Para poder ponerla en el papel fue necesario importar una prensa desconocedora del idioma español, a fin de que no se percatara de la enorme escabrosidad que iba a poner en el papel. Si aquellas inertes máquinas rechazaron ese cuento, ¿pondrán en él los ojos los seres dotados de razón? La supradicha narración viene al final de esta...

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