DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / El engañador

AutorCatón

La historia que narraré en seguida es real. A pesar de eso es muy interesante. Incluso podría ponerle un título dramático, o al menos melodramático. Algo así como "Una historia prohibida". Hela aquí. Sucede que cierto señor se hartó de vivir con su mujer. Ese hartazgo no tenía justificación: la señora no solo era de buen ver: además era inteligente y culta, simpática, agradable. Pero 20 años, que en el tango no es nada, para algunos individuos desconsiderados es mucho, y el hombre de mi relato se puso a pensar en algún modo de terminar con esa unión que lo cansaba ya. No tenía ningún pretexto para pedirle el divorcio a su mujer. A más de las cualidades antedichas la señora era buena ama de casa, excelente cocinera, magnífica administradora. Cumplía a cabalidad las obligaciones de toda buena esposa, especialmente aquélla que el Código Civil llamaba "débito conyugal", el cual llevaba a cabo con maestría. ¿Qué motivo podía alegar él para demandar la disolución del vínculo matrimonial? Confió su caso a un amigo, hombre mundano y sin escrúpulos, y éste le mostró una salida para su callejón. Le dijo que había oído hablar de un individuo que se dedicaba a provocar divorcios. ¿Qué hacía el tal sujeto? Era apuesto y tenía labia. Cortejaba hábilmente a la señora cuyo esposo se quería divorciar; la seguía y perseguía con asiduidad. Algunas que sufrían el abandono e indiferencia del marido acababan cediendo a aquel asedio y caían en los brazos del seductor. Ya ganada la plaza el vil fulano informaba al esposo que tal día, a tal hora, estaría con su mujer en determinado sitio: un motel, su departamento, y aun a veces el propio domicilio del matrimonio. En el momento acordado llegaba ahí el marido con testigos, o acompañado de gendarmes, y tenía en el adulterio de la esposa motivo bien fundado para exigirle el divorcio. Acción canallesca e infame era aquélla, pero eficaz para lograr el fin buscado. Con pago por adelantado, y la promesa de otra cantidad mayor cuando el propósito estuviera conseguido, el ruin esposo obtuvo los servicios del engañador. Éste garantizaba su trabajo: jamás había fallado en su labor de seducción, aseguraba con orgullo profesional. Puso inmediatamente manos a la obra. Aguardó a que la señora saliera de su casa, la siguió, y en el súper se llegó a ella y le habló con insinuante voz: "Señora: permítame decirle con el mayor respeto que es usted muy hermosa, más que cualquier mujer que...

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