DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Cuatro amigos

AutorCatón

¡Mañana! Sí, mañana aparecerá en esta columneja el execrable chascarrillo intitulado "Filatelia". Escueto nombre es ése si se considera la gran carga de sicalipsis que contiene. El dicho relato es una de las más grandes contribuciones que en lo que va del siglo se han hecho a la decadencia de Occidente. De tal cuento a la definitiva clausura de la civilización hay sólo un paso. ¡No se pierdan mis cuatro lectores esa desfachatada narración!... En cierta ocasión dijo Alexander Woollcott, el pesado -y pesado- crítico teatral de The New Yorker: "Todo lo que me gusta es inmoral, es ilegal o engorda". Tenía razón: el único placer impune es la lectura. Hasta la contemplación del amanecer se paga: el resto del día andas bostezando. Muchos predicadores encuentran su mayor placer en prohibir todos los placeres. Consideran que disfrutar de la vida es cosa poco seria, y también poco virtuosa. Se enojan mucho cuando la gente es feliz o está contenta. Así como hay una gramática parda -la de la gente común- hay también una filosofía parda. Esa filosofía me ha enseñado que el verdadero y último sentido de la vida consiste en tratar de ser feliz sin hacer daño a nadie, y en dar felicidad a los demás. Pero advierto que estoy bostezando. Y vaya que no vi el amanecer: desperté en mi cabaña montañesa cuando el Sol ya cantaba y esplendía el gallo. Mis bostezos -ahora me doy cuenta- se deben a la anterior aburrida perorata. No hay gente más aburrida que los moralistas. Conocen bien el mal, pero conocen mal el bien. Líbreme Dios de caer en los vanidosos extremos de la virtud, que ya la naturaleza se ha encargado de evitar que caiga yo en los vanidosos extremos del pecado. Todo esto viene a cuento para reprobar la conducta de cuatro individuos, amigos entre sí, que una noche de sábado se fueron de parranda. Eso no tendría nada de malo de no ser porque los cuatro eran casados y pretendían seguir llevando vida de solteros. Buscaron un bar, y en él bebieron competentemente. Al siguiente día, que por casualidad era domingo, se reunieron en el club al que pertenecían, y en el baño de vapor intercambiaron confidencias acerca de lo que cada uno había hecho la noche anterior después de haber estado en la cantina. "Yo -dijo el primero- me ligué a una estupenda rubia. Ni siquiera le hice plática. Sin más ni más le dije: '¿Vamos?'. Ella me contestó: '¡Caray, qué...

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