De política y cosas peores / Corruptos

AutorCatón

"Anoche evité una violación" -les dijo con orgullo Pitoncio a sus amigos. Preguntó uno: "¿Cómo le hiciste?" Respondió Pitoncio: "La convencí"... Jactancio, sujeto presuntuoso, salió de la ducha y le dijo a su mujer: "Cinco centímetros más y sería el rey del sexo". "No -lo contradijo ella-. Cinco centímetros menos y serías la reina"... Capronio, sujeto ruin y desconsiderado, le dijo a una amiga suya, muchacha poco agraciada: "No es que seas fea, Uglicia. Lo que pasa es que quizá te equivocaste de planeta"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, es muy aficionada a las cosas antiguas. Con frecuencia visita a un anticuario que tiene en la puerta de su local este letrero: "Compro triques. Vendo antigüedades". Linda palabra es esa: triques. Casi nunca se emplea en singular. Designa a los muebles y objetos viejos que dejaron de usarse, pero que aun así se guardan. En las casonas provincianas había siempre un "cuarto de los triques" donde se arrumbaban esos inútiles trebejos, llamados en otras partes chirimbolos, tarantines, maritates o tarecos. He apuntado esas palabras porque dentro de poco van a ser mi nombre. Advierto, sin embargo, que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. La señorita Himenia fue una tarde al citado almacén de antigüedades y encontró en él una lámpara de forma extraña. La compró, y en su casa la frotó para limpiarla. De la lámpara salió un genio de Oriente que le dijo: "Te cumpliré un deseo". "¿Un deseo?" -se amoscó la otoñal célibe-. ¿Qué no son tres?" Replicó el genio: "Con la crisis hemos tenido que reducir la oferta. Formula tu deseo, pues, o calla para siempre". La señorita Himenia iba a pedirle que le consiguiera un buen esposo, pero pensó que debía sacrificar ese anhelo personal en aras del interés común. Pidió entonces: "Quiero que acabe para siempre la corrupción en México". Preguntó el genio: "¿Dónde está ese país?" "Traeré un mapa" -dijo la señorita Himenia. "No te molestes -la detuvo el genio-. Conozco el mundo, y sé que quitar la corrupción en cualquier país es vano empeño, inútil esperanza. Pídeme otro deseo, porque cumplirte el que me has dicho es imposible". "Muy bien -accedió la señorita Himenia-. Entonces consígueme un marido que me escuche...

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