De política y cosas peores / Sin confusiones

AutorCatón

El pulpo macho y la pulpo hembra fueron al cine. En la oscuridad de la sala se oyó un fuerte grito de ella: "¡Octopio! ¡No me agarres ahí!" "Pero, mi vida -se justificó el pulpo-. ¿Por qué crees que se llaman 'tentáculos'?" ("Amigo mío -le dijo con un mohín de coquetería Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera, a don Autumnio, senescente caballero que la visitaba-. No sabía que fuera usted tan atrevido como para tocarme ahí". "Yo tampoco lo sabía, señorita Celiberia -respondió el añoso señor-, hasta que se sentó usted sobre mi mano")... Babalucas le preguntó en la cárcel a su nuevo compañero de celda: "¿Cuántos años te echó el juez?" Respondió con ronca voz el individuo: "Me dio prisión perpetua". "Mala suerte -se condolió Babalucas-. A mí nada más me echó 975 años"... Empédocles Etílez, ebrio perseverante, llegó a su casa en completo estado de embriaguez, igual que hacía siempre. Malcarancia, su esposa, lo aguardaba hecha una furia. Cuando el beodo hizo su aparición en el jardín, la mujer lo cubrió de baldones e improperios desde la ventana del segundo piso, y se negó a permitirle la entrada en la casa. "¡Abre la puerta, Malcarancia! -le suplicó Empédocles-. ¡Te juro que esta noche eso es lo único que te pediré que abras!"... La suegra estaba narrando una fea pesadilla que había tenido. "Soñé que me había muerto -relataba-, y llegaba al otro mundo. Afortunadamente en eso me desperté". Pregunta el yerno con solicitud mal simulada: "Y, ¿qué fue lo que la despertó, suegrita? ¿El intensísimo calor?"... Bustilia Grandchichier, joven mujer de opimos encantos pectorales, fue a la consulta del doctor Ken Hosanna, médico famoso. No pudo menos el galeno que dirigir una discreta mirada a los ubérrimos, exuberantes, pomposos, muníficos y grandilocuentes hemisferios anteriores de aquella chica dueña de tanta pechonalidad. Después de un breve examen le comunicó: "Trae usted un catarro sin importancia, señorita Grandchichier. Pero debemos evitar a toda costa que le caiga al pecho, porque entonces le va a durar toda la vida"... Don Poseidón, granjero acomodado, le hizo un regalo en dinero a su hijo cuando éste contrajo matrimonio y se fue a vivir en la ciudad. Pasadas unas semanas le preguntó: "¿Qué te compraste con aquel dinero?" Respondió el chico: "Un reloj". "¿Un reloj? -se escandalizó el...

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