De política y cosas peores / Sin castigo

AutorCatón

El cuento que descorre hoy el telón de esta columnejilla contiene la palabra "nalgas". Reconozco que en vez de ese vocablo pude usar un eufemismo: glúteos, ancas, grupa -en uno de sus poemas Ramón López Velarde alude a "la grupa bisiesta"-, antifonario, asentaderas, cachas, posaderas, tafanario o traspuntín, cuando no la cursi y chabacana palabreja "pompis". Pero ninguno de esos vocablos tiene la potencia de aquel que dije: "nalgas", razón por la cual lo uso... Una compañía de teatro itinerante llegó a un pequeño pueblo. Iba a representar una alta comedia -así decía el programa- llamada Astolfo y Analisa o Amor más allá de la muerte, obra del propio director del grupo. En la función de estreno la carpa se llenó de un público silvestre que nunca había asistido a una representación teatral. El primer acto transcurrió sin contratiempos; la gente seguía con interés el desarrollo de la trama. Pero llegó la escena culminante del poderoso drama. Astolfo, ardiente galán, le reclama con vehemencia a Analisa, doncella pudorosa, su falta de pasión. Ella, desesperada al oír aquel reproche de su amado, profiere con clamoroso acento: "¡Astolfo! ¡Te he dado mi vida! ¡Te he dado mi amor! ¡Te he dado mi corazón! ¿Qué más quieres que te dé?" Desde el fondo de la carpa se oyó el grito de un pelado: "¡Dile que te dé las nalgas!" Una estruendosa carcajada selló aquella incivil procacidad, a la que siguieron gritos chocarreros y festivas palmas. La representación se interrumpió. La damita joven se echó a llorar desconsoladamente; el galán esgrimía, iracundo, el puño contra el majadero; entre bambalinas doña Sara Bernárdez, actriz de carácter, le reclamaba al director del grupo haberlos llevado a esa "aldea de hotentotes". El jefe de la compañía tuvo que salir a escena a suplicar al culto y exigente público que se abstuviera de hacer demostraciones ofensivas, por respeto a los actores y gentiles actricitas que lo habían dejado todo: fortuna, hogar, familia, para llevar a esa hermosa ciudad un mensaje de cultura y civilización. A duras penas la función pudo seguir hasta su desairado...

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